Recuerdo
la ciudad por la
piedra y el sueño
Recuerdo todo
la piel de las estatuas
las torres desgastadas
por el tiempo
y las fábulas
Recuerdo tu nombre
aunque
no aparece en este lienzo
ni en los anturios
en flores
de papel seda
Recuerdo
la ciudad por la
piedra y el sueño
Recuerdo todo
la piel de las estatuas
las torres desgastadas
por el tiempo
y las fábulas
Recuerdo tu nombre
aunque
no aparece en este lienzo
ni en los anturios
en flores
de papel seda
El Rey lloriquea angustiado. El señor de la Oscuridad ha raptado a su hija. Metano, soldado de élite, caballero de honor y fiel servidor, jura por su vida rescatarla sana y salva. Quiso el abrasador astro, gracia de un dios vengador, que su cuerpo fuera vertido en un molde de forma no deseada.
Una mujer que ha vivido cierto tiempo se consideró digna, ante las circunstancias reinantes, de sacar a irradiar cierto color en el rostro con la finalidad de causar algún impacto emocional desde su asiento en solicitud de indulgencia. Así que quien ostenta el nominativo del pronombre personal de primera persona en género masculino y número singular y de excelencia ante los que forman los escalones inferiores de su clase, ordenó de ipso facto separar la parte superior de su cuerpo por la riqueza de sus entendederas.
Ulysses acababa de regresar de Troya.
De su viaje, contó que se había encontrado a un Cíclope a quien invitó a unas
copas de vino, a las que pronto el gigante se aficionó. Mientras tanto, la
policía estaba en su búsqueda acusado del robo de costosas pieles de cabras con
la identificación industrial: Amaltea.
Poseidón, jefe de la policía
marítima, informado de las andanzas del fugitivo organizó a sus hombres en
procura de su arresto. Nadie sospechó que el astuto ladrón había utilizado un
carnero de espesa lana para huir del lugar y hacerse a la mar.