domingo, 29 de diciembre de 2019

Rivales

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¿Y cuándo contraerás matrimonio con Mónica D.?, pregunta el anciano al tiempo que observa a su contrincante con cierta nostalgia.

El muchacho se sorprende al no poder recordar en qué instancia de la partida hizo mención alguna de su prometida y de sus planes de casamiento ante aquel desconocido. A lo mejor es por el efecto de las cervezas, piensa mientras mira primero a los ojos, después al rostro del apacible hombre.

Tengo planeado hacerlo mañana en el Día del amor y la Amistad, y casarnos en diciembre, como se acostumbra.

Sabes, no debes hacer lo que los demás hacen, aconsejó el anciano antes de llevarse el amargo sabor de la bebida. En especial, debes abstenerte de casarte con ella.

¿Usted qué sabe?, preguntó el joven con evidente enojo.

Los dos son demasiado jóvenes, se aburrirán muy pronto; además, no tienen nada en común.

¿Acaso la conoce?

No es necesario distinguir a los demás para saberlo. El escucharte hablar y observar tus gestos, tu modo de mover las piezas para jugar a las damas, lo dicen todo. Ambos guardaron silencio, como si ya estuviera dicho todo entre los dos hombres que, por las circunstancias comunes, comparten la misma mesa del establecimiento atiborrado de turistas. Creo que necesitas más tiempo para madurar y tratar de conocer a las mujeres, —agregó el curtido hombre sin mirar a su contendiente.

El joven no sale de su asombro, aunque no le gusta que un extraño se tome atribuciones que no le corresponden. Una parte de él rechaza las opiniones del anciano, y la otra parte, las recibe agradecido. Tras varios movimientos el muchacho se sorprende todavía más al tener un juego parecido al que hace el viejo. Pasan los minutos y ante esa contraposición de estrategias y opiniones, el muchacho pierde la oportunidad de hacer su mejor movimiento en diagonal a través de los cuadros negros con intención de capturar las piezas de su adversario. Entonces es cuando el anciano ejecuta la última jugada definiendo su victoria en forma contundente.

Al buscar la salida hacia el embarcadero, el anciano introduce una mano en el bolsillo del raído pantalón de explorador y acciona un pequeño artefacto que lo conduce a su habitación asignada en el asilo. Satisfecho, cerró los ojos y se vio jugando contra el joven que había sido alguna vez, y decirse así mismo, lo que nunca aceptó.


sábado, 21 de diciembre de 2019

Mis deseos

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El viento del instante


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Y había una para mí
cuando iba en otro sueño más.
Charly García.


     En este pueblo de unas cuantas calles casi todos nos conocemos. Sea porque somos vecinos, vamos a estudiar, trabajamos juntos o porque nos cruzamos en una esquina del barrio. Incluso, nos reconocemos cuando alguien muere por el peso de los años o porque perdió la vida por causas desconocidas como presumen en los diarios.

     Con decirle que de tanto encontrarnos no hay máscara que pueda por mucho tiempo fingir lo que no existe. me explica después de hacer una pausa—. No se quede así mirándome con cara de interrogación. Escuche lo que me sucedió:

     Yendo en procura de quien pudiera reparar un electrodoméstico de mi casa, identifiqué en la calle a una muchacha. Miento, advertí la presencia de ella porque reconocí al marido por la calvicie frontal que lo caracteriza. En todo caso, yo seguí como si nada ante la presencia de los dos hasta cuando decidí devolverme sin tener muy claro por qué habría de seguirlos. Eso lo vine a saber después cuando caminaba impulsado por mi propio interés de hacerme notar de ella y para que se diera cuenta de lo que desaprovechó al convertirse en mujer de otro.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Cartas


Cuando amigos, nuestras cartas iban y venían. Con el paso del tiempo tuvimos necesidad de encontrarnos y de conocernos más. Entonces hablamos del amor y suspiramos por culpa de sus sutiles impactos.

No volveremos a vernos, ni cruzaremos las mejores cartas de amor porque nos dimos cuenta que eran escritas por quienes no estaban enamorados.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Alumbrado


La abuela se sentó detrás de la fila de faroles para cuidar que ninguna de sus velas se apagara. Solo su mirada fija y severa fue capaz de aquietar a los pequeños que corrían sosteniendo en sus manos las chispeantes luces artificiales. Una vez los niños se acomodaron a su lado, se santiguó y comenzó la oración a la Virgen en voz alta. 

No iba por la mitad de su invocación cuando fue interrumpida por los poderosos parlantes que a distancia tronaban música decembrina con que cada fin de año los vecinos residentes en Zaragoza solían ensordecer al vecindario. 

—¿Pero, dónde quedó el respeto y el recogimiento de la gente?, —preguntó la anciana. 

—Mamita, ¿acaso no sabe que estamos en Navidad? Es por eso que lo celebran con toda clase de música.

—Eso en mi tiempo no era posible. En cada celebración la reflexión, el retiro espiritual solo era posible. ¿Acaso el mundo se ha vuelto loco? En la vida necesitamos momentos para pensar y poner nuestras ideas en orden.

La abuela siguió con sus campanadas de quejas y aquel rosario de recuerdos sin poder desenredar todos sus nudos. Se había quedado sin aliento para entender que el mundo había cambiado, pero sobre todo, parecía haber olvidado que si el pasado ya no estaba en el presente, era por alguna razón.