sábado, 31 de octubre de 2020

Dulce venganza

 



Jack invitó a su fiesta de Halloween a Sally. La pequeña rubia lo pensó mucho, pues había dejado de hablarle por todas sus perversidades contra ella. De Jack, siempre se escucharon varias historias, todas coincidían en un encuentro suyo con el mismísimo Diablo que prometió no llevarse su alma para no correr riesgo alguno por sus diabluras.

La noche de la fiesta, los convidados después de desplazarse por la alfombra negra, fueron asentidos por Jack en la entrada del palacete, pese a llevar puestos sus horripilantes disfraces. Faltaba Sally, pero no era extraño porque a toda parte llegaba tarde.

Una hora antes de la fiesta, y sin haberse puesto su exclusivo disfraz, Jack se acordó de leer el número especial de la revista Variedades. Fue cuando apareció un vaporoso manto avanzando en el aire, seguido de un extraño gemido. Avanzó hacia Jack que, con una expresión de horror en el rostro, comenzó a temblar. Por primera vez sintió físico miedo al escuchar una voz cortante y fría: «Jack, hoy es el día de los muertooos…». El travieso muchacho ahogó un grito cuando se vio así mismo en una fotografía bajo un titular: «Aparece muerto un menor en extrañas circunstancias».

domingo, 25 de octubre de 2020

El apostador (Antitrama del cortometraje 036)

 


Una joven madre soltera llega a un banco para solicitar un crédito hipotecario para compra de vivienda. Espera como es debido para ser atendida varios minutos. Por el sistema interno se produce el anuncio del turno número K-23. Con la vista recorre el módulo de «Atención al cliente» hasta ubicar al asesor de proyectos financieros que la espera. Ante el empleado bancario se sienta y procede a sacar toda la documentación de rigor. El funcionario sin pronunciar palabra alguna, se toma su tiempo para sustraerse los restos de comida quedados en los dientes. Cuando termina, huele el palillo de madera antes de arrojarlo al piso. La mujer al advertir que el hombre la mira con más detenimiento del debido, le pasa los documentos exigidos, pero el empleado la detiene con un cortante «¡Espere!» tengo derecho a tomarme su café.

Al terminar el humeante café, hace un ademán para recibirle los documentos, pero decide levantarse de su escritorio, va hasta el fondo del módulo y le sale al paso a un compañero para reclamarle el dinero de la apuesta por el cuarto gol de Falcao con la selección. Cuando regresa, y antes de que la muchacha intente decirle algo, le pregunta si ha traído el formulario 036 de autorización para consulta de datos personales en bases de datos o archivos susceptibles de tratamiento por entidades de naturaleza pública o privada, las correspondientes copias autenticadas por la notaría 1, foliadas y legajadas. La muchacha con cara de satisfacción le confirma tener todo en regla. 

El hombre, observa los documentos con más detenimiento. Mira a la joven y una sonrisa socarrona se dibuja en su cara grasosa y cicatrizada por el acné.  Hace una pausa en la revisión y con un dedo se saca el último residuo de comida y se lo come. Sigue con el análisis exhaustivo de la documentación. Más seguro que nunca de su decisión, lanzar la documentación sobre el escritorio y comienza de forma airada a increpar a la desconcertada mujer por haberle hecho perder tiempo a pesar de haberle dado las instrucciones precisas. El empleado comenzó a reír mientras se alejaba. Parecía feliz de verse avanzando hacia la salida. Un sudor frío recorrió su cuerpo al verse encañonado por un desconocido. Eran las 12:00 del día, era justo la hora que marcaba su reloj tatuado en el cuello.

036

 


martes, 13 de octubre de 2020

Sentimiento de culpa

 


A mi edad tomo café negro una vez al día. Desde luego que, hay momentos del día a día que me provoca un tinto, pero que no sea muy en la tarde, porque si me lo tomo, al igual que las bebidas oscuras y azucaradas, me produce insomnio. Por eso el café lo prefiero mezclado con leche; más leche que café, por supuesto. Ayer, me encontré con mi masajista, estaba más bella que de costumbre, aunque no es su obligación. Tantos días acariciando la idea de echarle flores más de las que puedo con mi mirada... Por eso, la invité a un café capuchino porque sé que le gusta, como a mí el «café con aroma de mujer». Platicamos durante horas, es tan agradable tenerla cerca hablando de terapias alternativas, de tratamientos naturales, de yoga, de técnicas de relajación y de meditación… de mis proyectos personales y de mis causas y azares; en fin, de todo un poco hasta que nos llegó el momento de despedirnos, de los buenos deseos y de estar en contacto. Desde entonces no duermo por estar pensando en la cucharadita de polvo de quereme que no coloqué en su café.

domingo, 4 de octubre de 2020

Daño colateral

Compró un reloj digital porque aborrecía los imprecisos relojes analógicos. Durante horas seguía el eterno conteo en formato de veinticuatro horas. A los pocas semanas el reloj se detuvo y él no tuvo como matar el tiempo.