sábado, 27 de enero de 2024

"Ikezios"


Hay una tumba que data del Siglo II antes de la era común que se esconde en las profundas montañas turcas, no lejos del Mar Negro. Se le conoce como la tumba de Kapilikaya. La entrada parece una puerta normal, pero tiene un artificio. No es una puerta en absoluto. Es falsa, no conduce a ninguna parte. Ni siquiera se puede abrir. El único vestigio existente es una inscripción en la parte superior de la entrada.

¿Y qué significa?

La palabra tiene algo de mágico porque es la lumbre de un entresijo que da fe de su propio misterio.

domingo, 21 de enero de 2024

¡Váyase entonando!

  

Lilith se miró al espejo y descubrió que en los ojos habita su alma. Miró su boca y la halló pendiente de muchos besos. Contempló sus senos y encontró punzantes fresas. Escuchó su corazón y descubrió el único truco de magia posible. Observó su ombligo y se hizo la noche. Apreció su pubis y le pareció una luz encendida en medio de un misterio. Miró sus piernas y consideró un egoísmo de su parte mantenerlas ocultas. Vio sus pies y sus primeros pasos la llevaron a comprender que no sólo ellos y los movimientos son un todo, sino también el espíritu y la pasión que la alimentan su cuerpo. Tras aquel ritual salió a la calle y caminó entre amores y desencantos desde La Ermita hasta la Calle de la Escopeta, sintió la frescura del clima, la suavidad de la brisa y contempló los jardines llenos de flores y de vegetación nativa. Todavía no se acostumbra a la gran ciudad, le cuesta mucho entender su dinámica. No se dio cuenta en qué momento las sombras la cubrieron y le anudaron un nudo de angustia en la garganta. Con maleta a cuestas esperó un bus que la llevaría al centro de Cali. Al primero que vio venir le hizo nerviosas señales de pare. Jamás llegó al sector que esperaba reconocer por sus edificaciones republicanas. Al bajar del bus su único referente fue: «Sácala tú a bailar que ella no baila sola».

sábado, 13 de enero de 2024

Recogiendo pasos



Lleno de entusiasmo por salir a aventuriar como todos los jóvenes de mi edad, decidí conocer las poblaciones del norte de la comarca. Versalles es ese tipo de pueblo que apareció cuando la necesidad de derribar montañas y escarbar en sus entrañas para extraer cualquier pepita de oro, hizo que curtidos hombres, algunos seguidos de sus mujeres, de sus mulas o de sus caballos colonizaran esos parajes imposibles. Entre aquellos colonos, había uno que otro hombre de hablar extraño, que en otros tiempos vinieron huyendo de sus guerras y del hambre misma.

Hacía un calor infernal, en la medida que aquel bus subía y bajaba la cordillera. El bus, serpenteaba, no obstante, el ronquido del motor parecía no ser escuchado por nadie. Lloviznaba. Las calles estaban desiertas, cargadas por una densa neblina, tan solo un comité de perros callejeros me recibió. Leí que el inmueble que hoy ocupa un edificio fue donde se construyó una capilla hecha en madera que fue consumida por las llamas, lo mismo que al despacho parroquial. Por tal desastre, se quemaron los archivos de la iglesia, pero por razones prácticas, mujeres y hombres aparecen desde ese entonces como nacidos el 31 de diciembre. Para más señas, frente a la actual iglesia, está ubicado el único prostíbulo del pueblo. Pensé que a esa hora la mayoría de los pobladores se hallarían en sus ocupaciones diarias y que recién al apagarse el día comenzarían a verse. Supe después que la mayoría aquellos trabajan en centros urbanos distantes de aquella comarca, y que se identifican más con aquellos lugares donde encontraron oportunidades de progresar que con el pueblo mismo donde nacieron.

Buscando donde poder alojarme, comencé a caminar aquellas empinadas y limpias calles. Ni una sola alma asomaba. A la distancia los perros labraban en forma lúgubre. Al cruzar por la siguiente calle, distinguí la figura longilínea y encorvada de un anciano que se alejaba lentamente. No puedo explicar con qué pretexto, pero me sentí impulsado a seguirlo calle abajo. A poco de alargar el paso se detuvo frente a una puerta pintada de varios colores, sacó un puñado de llaves del bolsillo del saco de paño que tenía puesto, abrió y entró a una casa de insospechados dos niveles. El primero de ellos, por debajo del nivel de la calle asfaltada. Urdido recorrí el trayecto que me distanciaba de allí y vi sobre la puerta, escrito en letras distribuidas en forma de arco un cartel que decía: HASHIM SULEJMANI, DENTISTA. Ese era mi nombre.

jueves, 4 de enero de 2024

Maín: El diferente, el reprobo


Miguel Ángel Osorio Benítez​ (Porfirio Barba Jacob), poeta colombiano.

Su biografía no fue asunto para investigadores por la ligereza con que de él hablaron quienes lo trataron. En los ingenuos santorales solo se relataron aquellos menudos signos que dieron paso a ciertas circunstancias triviales: el traje oscuro, el hotel en que se detenía, las deplorables finanzas personales, el café cargado que se tomaba, el talante del hombre en una noche de aguardiente, el humillado exilio. Fue el arquetipo del poeta maldito para seguir viviendo la vida con alma y con sangre mientras se convierte en una llama al viento, aunque el viento la apague.