En un oscuro rincón del Bar Betinotti, la sinfonola
derramaba canciones sobre los clientes, pero en lugar de alegría, la música
traía angustia y presagios de muerte. Los dibujos en carboncillo de los más
habituales clientes se agitaban con la melodía, como si lloraran por una
tragedia lejana. La música llegó a mi copa y saltó a mi chaqueta, envolviéndome
en una sensación de soledad y desesperación. La marea de sonidos se propagó por
el aire, como islas temblorosas de dolor. El sufrimiento se coló en mi ser,
como el eco de una tragedia que nunca debería haber ocurrido.
Cuando se expande esa música,
ResponderBorrarla tragedia se apodera de todo.
Un saludo.
Díganos que la muerte es siempre y en cualquier circunstancia una tragedia. Gracias.
BorrarEl ambiente olía demasiado a pólvora, sin dudas.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Pólvora que se consume en un solo trago. Salud.
ResponderBorrarAmarga melodía, bello relato. Saludos
ResponderBorrarHola, muchas gracias por el comentario. Un privilegio tenerte por aquí. Saludos.
ResponderBorrarTal parece que el mundo está lleno de presagios y hay algunos que no nos gustan, pero ocurren. Un abrazo.
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