No me gusta llenar de plomo a nadie, pero es mi trabajo.
Rubem Fonseca.
Haceme
caso, primero pasamos como si nada. Mejor dicho,
echamos gafas para asegurarnos que el man está en la casa.
Eso es lo
que me emputa de vos, siempre querés tener la razón en todo. La cosa es muy
simple: pasamos como ya dijimos; miramos haciendo que buscamos una dirección.
Nos devolvemos y cuando nos aseguremos de que es ahí, me bajo de la moto con la
corona de flores. Como en esa casa siempre tienen la puerta abierta anuncio
Domicilio, Que aquí le mandan, me firma como recibido. Es cuando saco el fierro
y le apunto a la cabeza a la gonorrea esa, para que siga viendo la Liga en el
más allá.
¡Listo
bacán, vamos hacer esa vuelta bien y verá que quienes vamos a la final somos
nosotros, hijueputa! Como yo te estoy esperando, apenas escuche gritos quemo el
primer volador navideño para disimular la virusiada. Ni por el hijodeputa
diablo te quitás el tapabocas. Nada de sorpresitas; somos muy higiénicos a la
hora de quebrar a quien nos mandan y también a los que se atraviesen.
Y así fue, una vieja
con cara de sopladora alargó los brazos para recibir la corona, pero se puso a
gritar, así que fue a la primera que la vacié a punta de plomo. El man no tuvo
tiempo de nada, lo dejé rígido en el sofá, no tuvo tiempo de pedir el VAR por
el disparo violento que le hice a la cabeza. Yo siempre disparo a la cabeza
para que no queden dudas de mi descarga mortal. Nadie se opuso, oís.
Lo que jamás
me imaginé en ese momento, es que mi mujer estuviera allí visitando a la hermana
de la que quebramos la semana pasada. Ella y nuestro niño también llevaron del
bulto porque yo siempre disparo a la cabeza.