Cuando Molano, con las manos en los bolsillos y la jorobada nariz fría, escuchó la orden de "Alto", recordó que su abuelo le había contado que en su tiempo de soldado solían decir "Deténgase".
Y, mientras recordaba a su desaparecido abuelo, le pareció inconcebible que, a él, lo llamaran con el santo y seña equivocado.
Un hombre cansado de tanta persecución se presentó en la Estación Central gritando "Soy espía y quiero entregarme". Todos lo miraron de arriba a bajo, hasta que el director le preguntó:
— ¿Tiene alguna misión?
— ¡Sí!
— Pues, vaya hágala y no moleste a los que estamos trabajando.
Los gritos de las mujeres fueron silenciosos, porque usted no los escuchó, dijo el agente 1.
Nunca emprendo nada si no estoy seguro de que todo va a salir perfectamente, contestó el agente 2. Es más, si hubiera intervenido, se habrían empeorado más las cosas porque siempre se desmiente y se encubre, y yo, ya no estoy para eso.