viernes, 25 de agosto de 2023

Este es Aureliano

 


Fue Aureliano, después de meses de olvido, quien habría de recordar los valores de la letra escrita para reconocer todos sus bienes, y ser en el futuro el más afamado acumulador de calamidades.

sábado, 19 de agosto de 2023

El monstruo

 

                                                                     Que viene el Coco, de Goya (1797).


Solo porque el monstruo viva dentro de mi cabeza no significa que sea irreal. Esta noche lo vas a comprobar. No te preocupes por la oscuridad, sólo debes tener miedo, mucho miedo.

sábado, 12 de agosto de 2023

En el diván de Sigismund

 



—Estábamos bajo tierra, las paredes de concreto parecían haber sudado por años en harapienta soledad. La escasa luz mostraba las formas, pero no los colores. Todos estábamos muy nerviosos, había una bomba a punto de estallar. Calculando el tiempo y lo encerrado del lugar no quedaba esperanza de salir ileso. La idea de agonizar mutilado era insoportable, mucho más que la muerte misma, por eso, consideré que era mejor desaparecer de súbito que languidecer miserablemente. Sin pretender ser un héroe, pero movido simplemente por el terror al dolor me lancé a cubrir la bomba con mi cuerpo, por un instante me consolé vanidosamente pensando que quizá salvaría la vida de varios compañeros. Un breve silencio y comenzó el sonido de la explosión. Digo que comenzó porque duró una fracción de segundo. He escuchado varias explosiones en la vida y esta se cortó de tajo apenas comenzó. Me alivió pensar que había evitado el dolor de los demás, era un hecho que la bomba había explotado y que había muerto al momento, pero inmediatamente me asaltó una verdad escalofriante.  

—Por esa razón se considera que la muerte sea en esencia inimaginable, —indicó Freud—. Cuando la describen, las personas lo hacen desde la perspectiva de lo que les quedan, no desde su propia desaparición. Por ejemplo, Descartes verificó su propia existencia cuando se dio cuenta de que no podía imaginar que no existía, —explicó el afamado psicoanalista cuando el paciente intentaba infructuosamente acomodarse sobre el sillón victoriano.

—Pero, siga usted con el relato de su experiencia, —solicitó el neurólogo.

—Yo pensaba en la bomba que, inevitablemente, había acabado conmigo. Pero significaba que, de alguna manera yo seguía existiendo: esto me horrorizó mucho. Solamente percibía una total oscuridad. No era para mí la permanencia psicodélica de los párpados cerrados, ni la fantasmagórica irrealidad de un apagón: solo era una cerrada negrura sin matices que me rodeaba…

—Continúe.

—Doctor, yo no tenía la más mínima sensación de mi cuerpo. Fue cuando el mismo terror me susurró que eso podría ser la muerte, pues, estaba atrapado en el limbo de una conciencia aislada por toda la eternidad…

El paciente volvió a moverse, pero continuó en su reflexión.

—…Era una muerte lenta, se iba avivando como si fuera un fuego, una locura, abrazándome desde mi interior. En realidad, sentía que terminaría siendo devorado por ella. Tuve miedo… la oscuridad contiene lo oculto, incluso, lo fascinante, lo misterioso, lo ctónico, según he leído; por tanto, era el escenario de mi horror.

—Tranquílese, ahora está usted en buenas manos, —le susurró el doctor Sigismund— Es muy comprensible que la noción de una existencia reducida a sus propios pensamientos haya sido una monstruosidad indigerible.

—Doctor, ¿cómo puede considerar así de simple mis palabras? Mi experiencia no fue cualquier cosa, —advirtió algo molesto el paciente.

—No se turbe usted. Siga, siga, por favor.

—Como le estaba diciendo, uno piensa que tarde o temprano todo llegará a su fin; que las cosas se desmoronan y no se creará nada nuevo. Era imposible para mí sofocar la angustia creciente, mi desesperación se convirtió en calor, no sentía ni veía nada salvo un calor negro, abrazador, activo, no sentía ni mi piel ni mis extremidades y, aun así, sentía cómo me quemaba, mi propio pánico no lograba concebir un infierno, quería correr, pero no tenía piernas, quería golpear algo, pero no tenía manos, quería gritar, pero…

En el tercer piso sonó un grito de desesperación. La habitación en penumbras se distorsionó con el paso de las luces brillantes de una patrulla por la calle. No había vida en las luminarias de la vía ni en las ventanas de los apartamentos vecinos. Arley Cipión miró aliviado el sistema de ventilación entumecido por el apagón, el calor comenzaba a ser una pesadilla. Aunque, en la suya, la cuestión, en apariencia, era más fácil al hacer desaparecer a un muerto, pues un cadáver se entierra, un fantasma, nunca.

sábado, 5 de agosto de 2023

Orígen

 


El hombre brotó de un aliento de vida y fue avivado por el sol. Así, su naturaleza participa de todos los elementos. Con los años muere, entonces es amortajado y se le incinera a fuego lento. Cuando se desconoce su procedencia, se le llama hijo de la Tierra.