Cada vez que volvía el incurable paciente a la clínica, no entendía por qué el helecho, por más que lo arrancaran de aquel orificio del inmutable muro, insistía en retoñar. "Es para demostrar que el sentido último de la vida, es el verdadero drama con que nos aferramos a ella".
Mientras hay vida hay esperanza.
ResponderBorrarUn abrazo.
Así es, Alfred. La esperanza es lo último que se pierde.
BorrarGusto en leerle.
Aferrarse, a un clavo ardiendo incluso, eh mejor que desistir.
ResponderBorrarUn abrazo
Ya veremos, ya veremos, dijo el incrédulo.
BorrarOtro abrazo para ti.
En la raíz reside el secreto
ResponderBorrarPor supuesto, la raíz es el embrión de la vida en la planta, pero, ¿y el enfermo?
ResponderBorrarSaludos.
El instinto de supervivencia. Me gusta la idea de aferrarse a la vida, aunque insinúe que ella intenta arrancarse...
ResponderBorrarMe gusta mucho este relato, Guillermo
Un abrazo
Precioso y conmovedor poema, Julio David. Gracias por traerlo.
ResponderBorrarEl helecho tiene esperanza de vivir.....Saludos amigo Guillermo.
ResponderBorrarLa tenemos todos, a pesar de los pesares. Saludos.
BorrarCuando se lucha contra el destino, la vida tiene demasiada importancia.
ResponderBorrarQué bueno que te gustó.
ResponderBorrarCon el solo mirar al ciruelo, lo tenía todo. Incluso, la esencia de la vida perdida.
Igual de insistente el paciente, al rwgresar cada vez, su deseo de seguir viviendo.
ResponderBorrarUn abrazo.
El paciente ya sabe que es cuestión de días, quizás le asombre del helecho que sin llegar a tener la condición de humano tenga más suerte que él.
ResponderBorrarSAludos.
BorrarAsí es, el más endeble es el más fuerte.
Saludos.
Es como decir que cada quien lucha por lo que le corresponde hasta el último suspiro.
ResponderBorrarAbrazos.