domingo, 8 de mayo de 2022

Confesión inesperada

 


Solo coincidíamos en el bus antes de la aurora para ir a la universidad. Resaltaban su figura los vestidos ajustados y las faldas atrevidas. Al abordar el vehículo, en cuestión de minutos el cansancio y el trasnocho la vencían. Incapaz de hacer lo mismo cuidaba de su sueño, y con suma complacencia, seguía el movimiento de sus pechos a punto de desbordarse de su profundo escote. Igual me ocurría cuando fijaba mis ojos en sus piernas cortas y bien torneadas en las continuas rumbas a las que asistía en algún lugar y calle nocturnal. Pasaba saliva cuando sus piernas se abrían permitiéndole el paso a mis dedos exploradores debajo de su diminuta tanga. En su estado de desamparo la comencé a besar, le inundé con mi lengua su boca mientras mis dedos sabían lo que hacían hasta hacerla estremecer en su placentera agonía.

Fuimos los mejores compañeros: donde estaba el uno, no podía faltar el otro; aunque nunca hubo para mí una tocadita, me dijo al despedirse después de nuestra graduación.

4 comentarios:

  1. ¿Es un recuerdo imborrable lo que te lastima tanto? Saludo.

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  2. Gracias por pasarte por mi blog. Te devuelvo la visita y te envío un gran abrazo. No veo cómo seguirte.

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  3. A ti por hacerme el honor de contar con una nueva lectora- Un gran abrazo desde Colombia.

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