Ellas se encontraron después de mucho tiempo de ausencia.
Caminaron en silencio como otra forma de reconocerse hasta que, sin poder esperar más la una le dijo a la otra:
—Recuerdas cuando…
Entonces las dos mujeres prorrumpieron en una risa casi inaudible, como paréntesis a ambos lados de sus bocas, para inquirir sobre sus vidas entre oquedades vacilantes.
—Cambiando de tema, ¿qué estás haciendo por aquí?
—Pues mira que desde hace rato estoy intentando abrir esta puerta, pero no he podido.
Sin pensarlo mucho, la mujer más joven se abalanzó contra aquella puerta, que una vez abierta, le dio paso a la más vieja al tiempo que se despedía diciendo:
—Ahora sí puedo continuar mi rumbo hacia el más allá—, y desapareció una vez se puso en movimiento en la mente de su amiga.
Uf, genial manera de irse, hacia el más allá. Con la serenidad de haber cumplido el ciclo.
ResponderBorrarUn abrazo y por un día cargado de buenas sensaciones.
Esa manera de irse equivale a ser felices sobre la tierra. ¿No crees?
BorrarEs algo así como el fin de la conciencia, para las dos.
ResponderBorrarSaludos.
Genial. Ahora sí que literalmente un relato de muerte súbita:)
ResponderBorrarAbrazo.
Vaya, como en los torneos de poca duración.Abrazos.
BorrarUna manera de irse feliz. Saludos amigo Guillermo.
ResponderBorrarUuy, lo dudo, pero que sea un motivo. Saludos amiga.
Borrar¡Qué buen final, Guillermo! En todos los sentidos.
ResponderBorrarUn abrazo