Lo hemos adoptado como un hijo más, exclamó con voz estirada la dueña de casa. Yo miré con el rabillo del ojo a mi hermano que permanecía silenciosamente boquiabierto, no por lo que escuchaba, sino por las perlas del collar que lo alucinaban. Por haber sido bien educado y advertido que cuando hablan los mayores hay que guardar silencio, no le dije nada al idiota. Mi madre continuó conversando con su expatrona a la que hoy vine a conocer. Luego vino la expresión gangosa del jardinero, el repique del machete y el grito de la matrona por el reguero de perlas y el sangrado de sus orejas.
Texto enviado a: Relatos en Cadena Concurso de microrrelatos con la Cadena SER
Lo que llamaban buena educación tuvo un efecto indeseable.
ResponderBorrarEfectivo giro argumental.
La educación siempre se ha asociado con el buen hacer, pero algunos decidieron tomar ventaja en la vida haciendo lo que no hay que hacer.
BorrarGracias y saludos por Hurlingham-
Pobrecito, muy buen texto, duro, eso sí
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Dura es la vida para quienes la tienen perdida.
BorrarUn agrazo y agradecimiento para ti.
La culpa es de las perlas, no hay caso.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Como usted diga señor.
BorrarSaludos.
Bom dia meu querido amigo Guillermo, obrigado pelo maravilhoso texto.
ResponderBorrarHola Luis, gracias ahí por tu apreciación.
ResponderBorrarAbrigado voce
Hola Julio. Bueno ese término es muy pretensioso, pero válido.
ResponderBorrarSaludos amigo.