Te quiero, Pilar, te quiero, le dijo mientras le besaba una mano. Ella posó sus labios en aquella boca presurosa como aquel adiós. Era la última vez que sentía la singular tibieza de su cuerpo varonil. El hombre suspiró de nuevo, prefirió callar antes de revelar la sombra de otra boca. La muchacha presintió que en el trasfondo de aquella realidad que estaban viviendo yacía una segunda situación diferente. Un movimiento rápido, de esos que solo son posibles en ciencia ficción o en las escenas de lucha y desafío de las leyes naturales, dejó a Morfeo fluyendo entre aquella confusa mezcla de oráculos y sueños.
Es que Morfeo a veces se vuelve la única compañía nocturna. Bien tramado.
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Y dependiendo de las circunstancias especiales de cada persona.
ResponderBorrarUn abrazo soñado.