—Usted sí lo avergüenza a una.
—¿Por qué vergüenza?
Porque me dio, delante de todos, un caramelo y una moneda de doscientos pesos. Como si la necesidad se endulzara.
El bus frenó. Un hombre se desplomó. Yo sabía que lo dulce podía ayudarlo. Pero me quedé quieta, con el puño cerrado.
La vergüenza no fue lo que usted hizo. Fue lo que yo no hice.

¡caramelos con azúcar!
ResponderBorrarYa hay alguien para fusilar al amanecer.
Abrazooo