Yo no quería más que una
salida; a la derecha, a la izquierda, a donde fuera. No pretendía nada más,
señor juez. Pero el pasillo siguió multiplicándose, las puertas se abrían solas
y cada una llevaba al mismo lugar. Corrí hasta que me oí rendirme, y entonces
comprendí que el juicio había empezado mucho antes de llegar aquí.
Jajaa. El juicio y la sentencia. Cárcel sin barrotes.
ResponderBorrarAbrazooo
Don Gabi somos dados a juzgar a los demás debido a que temblamos por nosotros mismos. Saludos.
BorrarQué sensación más angustiosa.
ResponderBorrarSaludos.
Dicen que la angustia nos coloca ante la nada. Mi saludo.
BorrarHas escrito una maravillosa escalera de Escher interior, ahí dentro es donde se fragua nuestra cárcel o nuestra libertad. Mil gracias y un placer volver a leerte después de tanto tiempo, un abrazo GUILLERMO!
ResponderBorrarMaría es a ti a quien agradezco la deferencia. Siempre eres bienvenida a estas microbrevedades de sin iguales y extensos abrazos.
ResponderBorrarYo veo aquí la fuerza de nuestra propia conciencia, cuando sentimos culpa, ese juez severo al que se es imposible escapar y que todos llevamos dentro.
ResponderBorrarSAludos.
La culpa propia de nuestras causas y azares. Una que solo puede "borrarse" mediante la expiación mediante el sacrificio. Saludos.
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