Las manos de Julia temblaron ligeramente mientras giraba la tapa del frasco. Sus dedos, cubiertos por los guantes de látex, se tensaron alrededor del vidrio. Inclinó la cabeza hacia adelante, y un mechón de cabello gris se escapó de su moño perfectamente arreglado.
"¿Detectó algo inusual, doctora Mendibil?" El asistente se balanceaba sobre sus talones, su mano derecha tamborileando contra el portapapeles.
Julia cerró los ojos. Sus fosas nasales se dilataron sutilmente. "Notas de nuez..." Sus hombros se relajaron mientras inhalaba de nuevo. "Un toque de..." Sus cejas se fruncieron, formando pequeñas arrugas en su entrecejo.
El asistente se mordió el labio inferior y dio dos pasos hacia la mesa de muestras. Sus zapatos chirriaron contra el piso pulido del laboratorio.
Julia colocó el frasco con un movimiento deliberadamente lento. Sus dedos se deslizaron hasta el bolsillo de su bata, donde sus nudillos se tensaron alrededor de algo. Extrajo una bufanda desgastada de lana, desenrollándola como si fuera un manuscrito antiguo.
Al otro lado del laboratorio, Mariana dejó caer su pipeta. El golpe seco hizo que tres científicos giraran sus cabezas simultáneamente.
"¿Otra vez con esa bufanda vieja, doctora?" Mariana cruzó el laboratorio. Sus tacones marcaban un ritmo constante contra el suelo.
Julia extendió la bufanda. Sus dedos recorrieron cada punto del tejido irregular, deteniéndose en los lugares donde la lana se había desgastado hasta volverse casi transparente.
El timbre resonó en las paredes del laboratorio. Julia dio un respingo, pero sus manos no soltaron la bufanda.
Los estudiantes entraron en fila. Sus batas blancas crujían con cada movimiento mientras se acomodaban en sus asientos. Mochilas golpeando contra el suelo. Cuadernos deslizándose sobre las mesas.
Julia se irguió frente a la clase. Sus manos, ahora libres de guantes, colocaron una serie de frascos sobre la mesa. El vidrio tintineó contra la superficie metálica.
"¿Alguien puede identificar este compuesto?" Sus dedos desenroscaron la tapa del primer frasco con la precisión de un cirujano.
Los estudiantes se echaron hacia atrás como una ola sincronizada. Una chica en primera fila arrugó la nariz y cubrió su boca con la manga de su bata.
Desde el fondo del aula, un estudiante se inclinó hacia adelante. Sus gafas resbalaron hasta la punta de su nariz. "Es el olor de mi abuelo."
Julia caminó entre los escritorios. La bufanda ondulaba en su mano como una bandera en cámara lenta. Sus pasos eran medidos, cada uno marcando una pausa en su discurso.
Se detuvo junto a una ventana. La luz del atardecer atravesaba la lana desgastada, revelando el intrincado patrón del tejido. Sus dedos trazaron cada vuelta y cada nudo.
Una estudiante en la segunda fila levantó la mano. Su brazo temblaba ligeramente.
"¿Sí, Carmen?" Julia giró sobre sus talones, la bufanda aún extendida frente a ella.
"¿Podemos comenzar el análisis molecular con la bufanda de su abuela?"
Los dedos de Julia se cerraron suavemente alrededor de la lana. Sus hombros se relajaron mientras una sonrisa suave se dibujaba en su rostro. Con un movimiento fluido, se dirigió hacia el microscopio y comenzó a ajustar los lentes.
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