sábado, 27 de febrero de 2021

La cita

 


La joven entró muy de prisa al dispensario leonista del barrio que a esa hora abría su puerta. Como pudo, se dirigió a la enfermera voluntaria de turno y le explicó que su hermana embarazada no se sentía bien, razón por la cual, necesitaba ser atendida con urgencia por el médico Caicedo. La enfermera, no solo habituada a esas lides de lo que llaman los eventuales enfermos «una urgencia» sino que, como conocedora de ojo de ciertas sintomatologías, le respondió que era preciso que le tomara los signos vitales antes de acceder al médico.

—Pero es que usted señora no entiende, estoy muy mal. —le habló la muchacha con evidente disgusto—Esto es una urgencia, dónde está el doctor.

—Señorita, ya le dije que el médico está por llegar. —Por favor tome asiento, porque apenas está saliendo de su consultorio particular.

Sin más remedio, la joven se sentó y cruzó las piernas dando la impresión de sentarse en una nalga. De vez en cuando consultaba su reloj digital, y por momentos, hojeaba una revista, de esas que llegan por suscripción a nombre de las señoras de casa, y semanas después, terminan en los consultorios de sus maridos.

Pasaban los minutos, la muchacha soñolienta dejó escapar un leve quejido al tratar de acomodarse en el largo sofá. Abría los ojos y volvía a mirar su reloj y a su indispuesta hermana . La enfermera en silencio la observó por encima de sus lentes. Luego marcó un número de teléfono y habló en voz baja con alguien.

—El doctor ya está encamino —le anunció.

La muchacha tan solo suspiró. Comprendía que esperar consistía en hacer un esfuerzo sostenido para permanecer enfocada en la confianza de que todo tiene solución. Entonces comenzó a pasar la vista por las fotografías que decoraban la pared posterior del amplio dispensario. Eran las fotos de ilustres hombres que se dedicaron en vida a servir con vocación y pasión leonista a la población. Sus ojos fueron recorriendo cada una de aquellos austeros rostros de mirada limpia y hasta distante capturada por el infalible lente de don Atanasio Aguirre, el único fotógrafo profesional de la localidad. En cada una de esas fotos, la muchacha notó que las miradas de aquellos hombres eran penetrantes, sus narices más grandes, más toscas y más rudas. Sus bocas más alargadas, pero de labios mucho menos gruesos que los de una mujer, aunque variaban entre aquellos rostros austeros.

Fijó de nuevo los ojos en la revista y leyó de Hipócrates: «La fiebre de la enfermedad la provoca el cuerpo propio. La del amor, el cuerpo del otro».

—Siga por favor —alcanzó a escuchar la muchacha enferma. El doctor la esperaba en la puerta del consultorio con el fonendoscopio en una mano.

—A ver, cuénteme, ¿Qué la trae por aquí?

—Doctor, siento una opresión aquí, arriba del ombligo, —le explicó la joven mientras desplaza su mano con movimientos circulares por su vientre. Creo que es la cabeza del niño la causa.

—Ya veo, —respondió el médico disimulando una risita. Pues si el culo es la cabeza del niño, tenemos problemas en su noveno mes de gravidez —agregó, el médico—. Lo que usted señala son las nalguitas del niño, aquí en este extremo suyo. En este otro, están las manitos, y aquí abajo, en su pelvis se encuentra la cabecita. Eso significa que la criatura ya está en posición adecuada. ¿Qué espera tener? —Le preguntó el médico.

—Pues, una niña.

—No, se trata de un niño. Si es una niña se la mantengo hasta que se case o se muera. Usted va a tener un niño. Así que, por ahora, coma galletas integrales para que se le quite la maluquera. Un placer atenderla.

Minutos después, entró la enfermera y rápidamente se situó detrás de su escritorio y volvió a llamar por teléfono, después colgó. 

—Me permito informarle que en la farmacia de este dispensario leonista, ustedes pueden contar con el servicio de laboratorio, inyectología y despacho de fórmulas a muy bajo costo.

—¡Qué bueno! —repuso la muchacha buscando congraciarse con la enfermera, cuando se disponía a buscar la salida. Eso me dijo el doctor.

—¿El doctor? ¿Cuál doctor? —replicó la enfermera con tono de extrañeza.

—El doctor Caicedo.

—¿Pero, ¿qué dice usted? —preguntó la enfermera levantándose con inusitada rapidez de su asiento—. Acepto que esté indispuesta, pero usted… Eso no puede ser…

—¿Qué es lo que no puede ser, señora?

—Lo que está afirmando. El doctor no puede estar en consulta.  

—Aquí quien está confundida es usted, pues el doctor Caicedo ya me atendió.

—Le digo que eso no es posible…

—Ese tipo de bromas no le quedan bien a usted enfermera. El doctor ya me atendió. La enfermera, contrariada abrió la puerta invitando a la muchacha a que verificara lo que le decía. Era cierto, el consultorio estaba vacío. La muchacha, sólo acertó en acercarse a una de las fotos y con su dedo índice señaló al más apuesto entre aquellos leonistas. La enfermera, que no salía de su asombro le contestó:

—Ese que usted señala, hace seis meses falleció.

14 comentarios:

  1. Eso es ser galeno hasta después de la muerte. Esa joven embarazada, lo explicas muy bien, qué de temores tenía, pero la decoración de la sala de espera era para filmarlo :-)

    Un abrazo, desde acá

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  2. Un suceso auténtico, un lugar distinto y una anécdota familiar bastaron para esta historia.
    Gracias por tu comentario. Saludos.

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  3. Un médico fiel a su profesión y a su paciente, a pesar de...

    Un saludo.

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  4. Ajá, algo así como el juramento hipocrático.
    Un saludo amigo.

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  5. Se dejó tantas deudas que ni muerto puede dejar de trabajar.

    Saludos,

    J.

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  6. El acusado está en todas partes; el acusador no está en ninguna.
    Saludos, amigo.

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  7. Estas cosas pasan, las creen quienes las han vivido. Sí, estas y muchas más.
    SAludos.

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    1. Sí, en algunos casos es verídico aquello de "Ver para creer".
      Salud-os y gracias.

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  8. Boa tarde Guillermo, o médico experiente com toda certeza.

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    1. En efecto, de mucha experiencia, incluso después de la muerte.
      Saludos te dejo Luiz.

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  9. Un buen médico, a pesar del inconveniente de haber muerto.

    Saludos.

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  10. Hola, cordial bienvenida a este espacio microtextual. te espero de vuelta por aquí.

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  11. no se puede decir que la chica se lo imaginaria, porque lleva lección de anatomía fetal incluida. como sea niño, a ver quien se lo mantiene
    Saludos guillermo

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  12. Ja, ja, ja perfectamente podrías ser el padrino del bebé.
    Saludos

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