Hace
doce mil años, ante la atmósfera clara y el gran poder reflectante de la nieve
por los rayos ultravioletas a los ojos, los pueblos Inuit hicieron gala de su
ingenio al fabricar con conchas, huesos o madera unos artilugios que reducían
la cantidad de luz que entraba en sus ojos, evitando así la ceguera. Hoy todos
sabemos que la necesidad agudiza el ingenio y unos toscos anteojos sujetos con
tiras de piel de ballena o tendones de animales y unas pequeñas hendiduras para
los ojos, son insuficientes para superar de un modo eficiente importantes
obstáculos de supervivencia. Es así como, desde el siglo XV, en China, se
pueden escuchan restos de historias que cuentan que los jueces chinos ahumaban
sus lentes para ocultar la expresión soberbia de sus ojos al enviar primero a
la horca al hombre y después investigar su delito.
Los jurados, parece que son poco dados a ver al verdad, en tu cuento y en la vida, pero ahumar los lentes.. era llegar a extremos :-)
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Las triquiñuelas del poder, mi estimada Mary.
ResponderBorrarUn abrazo amigo y grande.
La práctica hace al experto, ¿o no?
ResponderBorrarSaludos,
J.
Así es José, la especialización permite que cada hombre desarrolle su mejor habilidad{
ResponderBorrarSalud-os
¡que pérdida de tiempo...investigar. Peor aun... ahumar (sabiendo que la justicia es ciega)
ResponderBorrarSe nota que em el siglo xv no había tanto stress
saludos
Donde hay poca justicia es un peligro tener razón. ¿No te parece amigo?
ResponderBorrarte loe y te leo no tengo que decirte es un tpico que no entiendo ni nunca he tratado abrazo
ResponderBorrarPasaba a decirte -sin lentes je- que me suscribí a tus dos blogs, muy interesantes los relatos...
ResponderBorrarsaludos desde Buenos Aires...
Hola, muchas gracias. en lo sucesivo te esperamos en esta esquina.
ResponderBorrarGracias y saludos.