lunes, 30 de diciembre de 2019
domingo, 29 de diciembre de 2019
Rivales
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¿Y cuándo
contraerás matrimonio con Mónica D.?, pregunta el anciano al tiempo que observa
a su contrincante con cierta nostalgia.
El
muchacho se sorprende al no poder recordar en qué instancia de la partida hizo
mención alguna de su prometida y de sus planes de casamiento ante aquel
desconocido. A lo mejor es por el efecto de las cervezas, piensa mientras mira primero a los ojos, después al rostro del apacible hombre.
Tengo
planeado hacerlo mañana en el Día del amor y la Amistad, y casarnos en
diciembre, como se acostumbra.
Sabes, no
debes hacer lo que los demás hacen, aconsejó el anciano antes de llevarse el
amargo sabor de la bebida. En especial, debes abstenerte de casarte con ella.
¿Usted
qué sabe?, preguntó el joven con evidente enojo.
Los dos
son demasiado jóvenes, se aburrirán muy pronto; además, no tienen nada en
común.
¿Acaso la
conoce?
No es
necesario distinguir a los demás para saberlo. El escucharte hablar y observar
tus gestos, tu modo de mover las piezas para jugar a las damas, lo dicen todo.
Ambos guardaron silencio, como si ya estuviera dicho todo entre los dos hombres
que, por las circunstancias comunes, comparten la misma mesa del establecimiento
atiborrado de turistas. Creo que necesitas más tiempo para madurar y tratar de
conocer a las mujeres, —agregó el curtido hombre sin mirar a su contendiente.
El joven
no sale de su asombro, aunque no le gusta que un extraño se tome atribuciones
que no le corresponden. Una parte de él rechaza las opiniones del anciano, y la
otra parte, las recibe agradecido. Tras varios movimientos el muchacho se
sorprende todavía más al tener un juego parecido al que hace el viejo. Pasan
los minutos y ante esa contraposición de estrategias y opiniones, el muchacho pierde
la oportunidad de hacer su mejor movimiento en diagonal a través de los cuadros
negros con intención de capturar las piezas de su adversario. Entonces es
cuando el anciano ejecuta la última jugada definiendo su victoria en forma
contundente.
Al buscar
la salida hacia el embarcadero, el anciano introduce una mano en el bolsillo
del raído pantalón de explorador y acciona un pequeño artefacto que lo conduce
a su habitación asignada en el asilo. Satisfecho, cerró los ojos y se vio
jugando contra el joven que había sido alguna vez, y decirse así mismo, lo que
nunca aceptó.
sábado, 21 de diciembre de 2019
El viento del instante
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Y había una para mí
cuando iba en otro sueño más.
Charly García.
En este pueblo
de unas cuantas calles casi todos nos conocemos. Sea porque somos vecinos,
vamos a estudiar, trabajamos juntos o porque nos cruzamos en una esquina del
barrio. Incluso, nos reconocemos cuando alguien muere por el peso de los años o
porque perdió la vida por causas desconocidas como presumen en los diarios.
Con
decirle que de tanto encontrarnos no hay máscara que pueda por mucho tiempo
fingir lo que no existe. —me explica después de hacer una pausa—.
No se quede así mirándome con cara de interrogación. Escuche lo que me sucedió:
Yendo en
procura de quien pudiera reparar un electrodoméstico de mi casa, identifiqué en
la calle a una muchacha. Miento, advertí la presencia de ella porque reconocí
al marido por la calvicie frontal que lo caracteriza. En todo caso, yo seguí
como si nada ante la presencia de los dos hasta cuando decidí devolverme sin
tener muy claro por qué habría de seguirlos. Eso lo vine a saber después cuando
caminaba impulsado por mi propio interés de hacerme notar de ella y para que se
diera cuenta de lo que desaprovechó al convertirse en mujer de otro.
domingo, 15 de diciembre de 2019
Cartas
Cuando amigos, nuestras cartas iban y venían. Con el paso del tiempo tuvimos necesidad de encontrarnos y de conocernos más. Entonces hablamos del amor y suspiramos por culpa de sus sutiles impactos.
No volveremos a vernos, ni cruzaremos las mejores cartas de amor porque nos dimos cuenta que eran escritas por quienes no estaban enamorados.
Etiquetas:
cartas,
desamor,
distancias,
encuentro,
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domingo, 8 de diciembre de 2019
Alumbrado
La abuela se sentó detrás de la fila de faroles para cuidar que ninguna de
sus velas se apagara. Solo su mirada fija y severa fue capaz de aquietar a los
pequeños que corrían sosteniendo en sus manos las chispeantes luces
artificiales. Una vez los niños se acomodaron a su lado, se santiguó y comenzó
la oración a la Virgen en voz alta.
No iba por la mitad de su invocación cuando
fue interrumpida por los poderosos parlantes que a distancia tronaban música decembrina con que cada fin de año los vecinos residentes en Zaragoza solían ensordecer al vecindario.
—¿Pero,
dónde quedó el respeto y el recogimiento de la gente?, —preguntó la anciana.
—Mamita, ¿acaso
no sabe que estamos en Navidad? Es por eso que lo celebran con toda clase
de música.
—Eso en mi
tiempo no era posible. En cada celebración la reflexión, el retiro espiritual
solo era posible. ¿Acaso el mundo se ha vuelto loco? En la vida necesitamos
momentos para pensar y poner nuestras ideas en orden.
La abuela
siguió con sus campanadas de quejas y aquel rosario de recuerdos sin poder desenredar todos sus nudos.
Se había quedado sin aliento para entender que el mundo había cambiado, pero
sobre todo, parecía haber olvidado que si el pasado ya no estaba en el presente,
era por alguna razón.
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