El sudor le empapaba la frente, las manos le dolían, pero no se detenía. Las cuerdas del violín vibraban bajo sus dedos, un grito de guerra contra el silencio. La música no flota, pesa. Se agarra al cuerpo, lo exprime, lo tensa. Cada nota, un pulso arrancado con esfuerzo, una batalla entre el querer y el poder. Aquí no hay gracia, hay resistencia.
Él no toca, se aferra. A las cuerdas, a la madera, a algo más grande que él mismo. Porque la música no se deja domar, exige que le entregues todo, que la sostengas cuando amenaza con desmoronarse. El arco crujía, la melodía se retorcía, pero él no cedía. Los músculos tensos, la respiración agitada, los ojos cerrados, concentrado en el sonido que emergía de las entrañas del instrumento.
Y así seguía, sosteniendo lo que lo hacía ser, aunque doliera. Porque soltarlo no era opción. Porque en cada nota, en cada acorde, en cada vibración, se encontraba la esencia de su ser, la razón de su lucha, la prueba de su resistencia. De pronto, el sonido cesó. No porque él lo decidiera, sino porque el violín, exhausto de tanto esfuerzo, se convirtió en una bandada de mariposas blancas que escaparon por la ventana, dejando tras de sí un silencio lleno de asombro.
(Idea con base a: Soulful Spectres. https://www.facebook.com/photo/?fbid=122165255330364583&set=pb.61560937515366.-2207520000)
Absolutamente precioso ! me recordó a esas imágenes maravillosas q tan magistralmente dubujó García Márquez en Cien años de soledad , como cuando Remedios la bella se elevó a los cielos agarrada a una sábana jajaja...Se siente la intensidad y la entrega ...esas mariposas debieran hacer sido de colores ; ) Enhorabuena, un abrazo, gracias y buen finde !
ResponderBorrarCrea imágenes mentales tu texto, bien por eso. Saludos
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