Detuvo a
Kronos, circundó los espejos de agua. Dejó la idea del hogar y puso todo sonido
dentro del silencio. Desapareció en un arrebato lleno de prestancia. Al fin y
cabo, era Nadie.
Detuvo a
Kronos, circundó los espejos de agua. Dejó la idea del hogar y puso todo sonido
dentro del silencio. Desapareció en un arrebato lleno de prestancia. Al fin y
cabo, era Nadie.
Y como un esquizofrénico, sin por qué ni qué,
sacó un cuchillo. Y con el vago deseo de probar lo contrario con cualquiera, se
paró desafiante ante el dueño de El Bodegón y se abalanzó sobre él, colocando
el pulgar sobre la hoja de acero al carbono con tal de rayar la humanidad del
comerciante. Don Alberto, esquivó el primer lance al vientre y lo recibió en el
brazo tatuado con formas biomecánicas que en un instante se tiñó de sangre y cegó
al Muelas dejándolo atontado por el sabor a sal y sangre. El recio hombre le desarmó y, anudándose
un pañuelo, dijo con suma tranquilidad:
—Necesito otro tatuaje para disimular esa
insignificancia.
Las historias, anunció el tallerista, se componen de tres elementos:
La trama...
¡Esa soy yo, la que confabula contra alguien!
Los personajes...
¡Nosotros, somos nosotros!, pues nos basta tener un par de rasgos relevantes para ser visibilizados.
La ambientación...
¡Así me conocen, claro, según el contexto de la obra!
Pero, lo que los une a todos es...
¡El conflicto! por mi naturaleza opuesta y consustancial a la razón de los demás.
¿Pero, de dónde salieron todos?, preguntó uno que no estaba atento a la singular presentación,
Y quien más podría ser, pues yo, el de las ideas previas.
Todos se miraron con desconcierto.
El tallerista hizo una inflexión en la voz y dijo:
Sí, ellas saben surgir de la experiencia directa con el mundo o pueden ser el resultado de la reflexión y la imaginación.
Vaya, vaya...
O sea que un escritor es aquel que tiene problemas con las palabras o que convierte a las palabras en su problema, concluyó el conflictivo.