sábado, 3 de agosto de 2024

Tallerista



 

Las historias, anunció el tallerista, se componen de tres elementos:

La trama...

¡Esa soy yo, la que confabula contra alguien!

Los personajes...

¡Nosotros, somos nosotros!, pues nos basta tener un par de rasgos relevantes para ser visibilizados.

La ambientación...

¡Así me conocen, claro, según el contexto de la obra!

Pero, lo que los une  a todos es...

¡El conflicto! por mi naturaleza opuesta y consustancial a la razón de los demás.

¿Pero, de dónde salieron todos?, preguntó uno que no estaba atento a la singular presentación,

Y quien más podría ser, pues yo, el de las ideas previas.

Todos se miraron con desconcierto. 

El tallerista hizo una inflexión en la voz y dijo: 

Sí, ellas saben surgir de la experiencia directa con el mundo o pueden ser el resultado de la reflexión y la imaginación.

Vaya, vaya... 

O sea que un escritor es aquel que tiene problemas con las palabras o que convierte a las palabras en su problema, concluyó el conflictivo.

7 comentarios:

  1. si se expulsa al conflictivo por conflictivo, se acaba la historia, así que habrá que aguantar.
    Abrazoo

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    Respuestas
    1. Eso es, no hay historia sin conflicto, ni humano que no los tenga. Abrazo amigo.

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  2. Y vaya que tiene problemas con las palabras, que hasta se le hacen nudo gordiano.
    Abrazos.

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  3. Espero no tenerlo yo queriéndome explicar. Abrazos.

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  4. Puede ser. Es un problema cuando las palabras se acumulan, entonces las ordenamos para ponerlas por escrito: lo deseamos, por placer o locura o terapia, o vaya a saber cada quién por qué. Y el resultado de lo creado nos hace, a veces, arrepentirnos, pues nos explicamos quiénes somos y no siempre queremos saberlo. La palabra justa, es la que nos generan conflicto por negación, aunque venga de un amigo tan cercano como yo mismo. En todo caso después se lo agradezco igual.

    Buen texto, Guillermo. Esto de por qué escribimos, le veo muchas respuestas posibles y probablemente interconectadas. Ahora mismo estoy pensando en una: escribimos (o nos escribimos) para acompañarnos. Y por extensión, acompañar.

    Va un abrazo.

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  5. Vivimos del conflicto, gracias a él, damos vida a gente con opiniones distintas.
    Saludos.

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  6. Curiosamente, el confictivo aportó mucho.
    Saludos.

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