Escuchó pasos
en la sombría calle aún por recorrer. Contuvo la respiración y sin hacer
ruido, aguardó a que el dueño de aquellas pisadas dejara atrás el lugar donde
se ocultaba. Entonces captó que el altisonante goteo de un tubo de desagüe se fue
convirtiendo en un hilo que formó un charco brillante y palpitante donde se reflejaban
un sin número de temblorosos rostros alargados de barbillas de chivos diablescos.
—Buenas noches —murmuró Johnny Desventura, ordenándole a su propia mente que regresara de aquel paraje de la insensatez.



