domingo, 26 de noviembre de 2023

Del saber tanto y no tener dominio de nada

 

Napoleón Bonaparte en Egipto (Fuente: iStock)


El faraón Keops mandó a construir una enorme pirámide como monumento mortuorio personal fruto de una idea muy humana: que su nombre no se borrara jamás de la historia. Keops que era un gobernante despiadado, obligó a su propia hija a prostituirse para sufragar los gastos de la construcción del sepulcro. La hija cumplió la orden, sin embargo, ella por su cuenta quiso también dejar un monumento igual, por tal razón, le pidió a cada uno de los hombres que la visitaban que le regalaran una sola piedra. Con ellas se construyó la pirámide que está en medio de las tres. Sea como fuere, el gran poliedro principal, ha sido testigo mudo del devenir de la historia, tanto que ha fascinado a grandes hombres por ser la representación de un tiempo exótico y pasado, uno de ellos fue Napoleón Bonaparte. Miles de años después de que Keops, su hija y todos los demás protagonistas del mundo antiguo pasaran a la historia, el general francés llegó a Egipto, concretamente en el verano de 1798.

El corso que era un gran fanático de la figura de Alejandro Magno, y de otros grandes hombres como Julio César, quiso emularlos en ese curioso viaje y realizó no solo una conquista, sino algo más trascendental. Así pues, regresó a El Cairo para pasar la noche en el interior de la pirámide de Keops. Su séquito, junto con un religioso musulmán, le acompañaron a la Cámara del Rey, donde no era sencillo pasar. Todo el grupo tuvo que atravesar los estrechos pasadizos hasta llegar al corazón de la Gran Pirámide, y después dejaron al corso a solas con sus pensamientos, en aquel sagrado lugar, durante toda una noche.

Napoleón salió al cabo de siete horas, cuando despuntaba el alba, completamente pálido y desencajado. Cuando sus soldados le preguntaron qué había visto, negó con la cabeza: «Aunque os lo dijera no me creeríais, vi el ayer y conocí el mañana». 

Este testimonio vino de Heródoto quien se encargó de divulgarlo como relato razonado a otro1, y éste, deberá hacérselo llegar a un tercero con el propósito de darle conocer a otros las resplandecientes palabras de la historia de un anhelo hasta más allá de nuestros días.

¹Me veo en el deber de referir lo que se me cuenta, pero no a creérmelo todo. Esta afirmación es aplicable a la totalidad de mi obra.

(VII, 151, 3)

6 comentarios:

  1. 7 horas Dan psra mucho y para conocer a mucha gente.
    abrazoo

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    1. Es tan relativo todo, pues tal parece que ningún conocimiento humano puede ir más allá de su experiencia. Abrazo amigo.

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  2. Siete horas en un lugar cargado de misticismo y almas que buscan descanso. Interesante respuesta, si vio el mañana estaba absolutamente consciente de su destino.
    Abrazos

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  3. Dijo Borges: Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
    Abrazos te dejo.

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  4. Te comenté. En realidad un griego no sé si intuyó a Napoleón, pero lo seguro es que siempre ese aprender va acompañado de un querer saber más.

    Un abrazo, amigo

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    1. Mari tienes te asiste toda la razón histórica. Sin embargo, se trata de un relato no lineal y de estilo libre indirecto, éste último me permite esa licencia. Muchas gracias por tu apunte. Un abrazo desde la otra orilla.

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