sábado, 15 de octubre de 2022

Reseña

 


El hombre de la muchedumbre

Edward J. Valencia

Fallidos Editores. Medellín. 86 págs. 2022.

 

Las buenas novelas y los buenos cuentos hacen loable todo lo que ocurre dentro de su territorio de ficción, incluso si en el mundo real resulta inverosímil. Cuando Remedios la Bella desaparece volando con una sábana, el lector de Cien años de soledad no tiene ninguna duda para creerlo, porque en Macondo esas cosas suceden, son normales. Sin embargo, en la Londres realista de Charles Dickens no son admisibles escenas así. Esto se debe a que el tejido de las palabras da lugar a un automatismo de significados que se conoce como "lógica narrativa".

La lógica narrativa, la coherencia interna, es la piedra clave de toda obra de ficción. Sin coherencia interna, cualquier historia se viene abajo. Plantear la lógica interna de nuestras narraciones es el primer paso antes de empezar con la escritura propiamente dicha.

Leyendo en la clase de Lengua castellana algunas de las historias contenidas en «El hombre de la muchedumbre» del escritor Edward J. Valencia, esa lógica, en principio dejó algunas dudas porque en la vida real una mujer no puede parir un conejo, ni mucho menos que ese parto se lleve a cabo por etapas. Sin embargo, lo no creíble, en medio del desconcierto y la vacilación inicial de algunos estudiantes de sexto grado, no dejó de tener su gracia, porque el cuento tiene su propia lógica y sus reglas internas. Eso se conoce como lo creíble, lo verosímil.

En otras palabras, si alguien se molesta porque ve que Superman vuela, el equivocado es el otro. En ese mundo dicho personaje puede volar y es totalmente factible. Por lo tanto, pedirle «lógica real» a una historia de ficción es un problema que cometemos los adultos y que los chicos no comenten.

El error del adulto es pretender ver el mundo como personas formadas. Primero porque creemos tener la ventaja de ver todo asunto desde afuera. Segundo, porque olvidamos que también tomamos las decisiones más absurdas en la vida real a cada rato.

Creemos que el propósito de este joven autor es narrar de modo diferente a lo que en la vida real acontece en relación al orden aristotélico. Es como si en «futuros estrenos», los lectores tenemos que saber que Charlie Brown surgió de una familia disfuncional o que Olivia sufrió muchos traumas psicológicos en su adolescencia y por eso le gustan los brutos como Popeye y Brutus, todo gracias a la necesidad de algunos cineastas de convertir iconos de la cultura popular, como héroes y heroínas de historietas, en «seres humanos» cinematográficos».

Por otra parte, Valencia reúnió algunas fábulas. Bien sabido es que toda fábula es un cuento moral, donde casi siempre los personajes son animales. Un pollito, un lobo, un grillo, entre otros. Así mismo se suelen asociar las fábulas con el creador de este género, Esopo. Pero al igual que sus primos el cuento, el mito y la leyenda, la palabra fábula también se utiliza para describir una invención deliberada o ficción. Eso hace Edward J. Valencia, en sus «Fábulas de la resistencia» contenidas en su libro «El hombre de la muchedumbre». Con todo, el autor, desde las alturas de la razón, recrea aquellas historias que nos acontecen y que son la suma de muchos estallidos recientes y que, al fin y al cabo, son aptos para inventar historias nuevas sin terminar contando las fábulas siempre.

En suma, en «El hombre de la muchedumbre» hay espacio para experiencias propias y para lo ilógico, de lo contrario, sería inaceptable y tediosa la lectura de sus cuentos.

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