Cuando el reloj de péndulo había marcado las tres lo despertó un trueno que retumbó dentro de la casa. El viento como loco suelto, entró dando portazos a diestra y siniestra. Al apresurarse a abrir puertas y ventanas, en el destello de otro relámpago, tuvo la sensación de que la Tierra giraba. Fue cuando interpuso toda su ofuscación para que no se le notara el miedo de su eterna soledad.
Un microrrelato profundo e incluso triste. Realidad para muchas personas.
ResponderBorrarSAludos.
En ocasiones la realidad se abre paso a través de la tristeza más incomprensible. Saludos.
BorrarSerá por eso que algunos dicen que la conciencia es un sentido integrado de lo que está bien y lo que está mal. Te dejo un abrazo.
ResponderBorrarLos miedos que no queremos que se noten son, sin dudas, los peores.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Sobre todo, el miedo a perderlo todo. Saludos.
ResponderBorrar