López
Maya colocó las manos separadas a la misma distancia de los huesudos hombros y
las apoyó sobre la yema de los dedos. A su vez, dejó los brazos perpendiculares
y extendidos. Luego, la rodilla izquierda la apoyó en el suelo y dejó la otra
en el aire hasta subir la cadera ligeramente sobrepasando el triángulo donde se
articulan la clavícula y el húmero. Casi listo, desplazó los hombros hacia
adelante para crear el desequilibrio necesario con tal de romper la inercia de
la salida.
Es
la carrera de tu vida, le repetía una voz circunspecta. Fue cuando miró a sus
rivales.
El
peso del cuerpo cayó sobre las manos, mientras los pies hacen presión sobre los
tacos de apoyo. Tomó aire y lo retuvo. Todos sus músculos se tensionaron por el
esfuerzo preliminar. Se dio cuenta que, ahora, sus manos soportan la mayor
parte del peso de su cuerpo y el pie adelantado casi el resto.
Es
la carrera de tu vida, le volvió a repetir aquella voz prudencial. No miró a
ninguno de sus rivales. El juez levantó el brazo como señal que anticipa el
pistoletazo.
López
Maya, hizo presión con las piernas sobre los tacos (primero lo hizo con la
pierna retrasada). La pierna adelantada la extendería al adelantar la rodilla posterior.
El brazo correspondiente al de la pierna adelantada lo dirigió adelante
mientras el otro dejó atrás.
Es
la carrera de tu vida, pero por la tensión no escuchó aquella voz interior.
Sonó el disparo.
Con los primeros pasos incrementó la
velocidad, gracias al aumento progresivo de la amplitud de sus piernas. La
mirada y el tronco se fueron levantando paulatinamente. Todavía no era tiempo
de adoptar una posición normal de carrera, lo haría a los diez o quince pasos. Milésimas
de segundo después, sus adversarios ya no estaban detrás suyo. Era evidente que
les había sacado una considerable distancia. Una sonrisa afloró en señal de su innegable
triunfo.
La carrera de su vida no fue tal cuando
las motoneuronas le ordenaron a sus músculos seguir en zigzag.
El mensaje neuronal no funcionó con corrección.
ResponderBorrarSaludos.
Alguno de los imprevistos hacen pasar ratos desconcertantes. Saludos.
ResponderBorrarTan perfecta coordinación que parecía que tendría. Nunca falta una sorpresa.
ResponderBorrarSaludos.
Casi nunca sabemos que va a suceder. Saludos.
BorrarA veces no se puede confiar en si mismo. Porque hay una parte de la propia persona, que conspira, en momentos inoportunos.
ResponderBorrarBien contado. Saludos.
La confianza es una daga en las manos de alguien ¿No te parece? Saludos.
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