Isidora se sentó en la destartalada silla que se hundió bajo el
peso de su nalgatorio. La ofuscación de la mujer parecía llenar la rancia
habitación matrimonial.
—¿Me vas a decir —chispearon sus negros ojos— que no sabes nada de las blancas
esas con que saliste al jolgorio?
El
hombre, con cara de perplejidad, solo balbuceó, no comprendía el enojo de su
mujer. Se rascó la cabeza de apretados rizos, al tiempo que le clavaba en vano
una mirada de extrañeza.
—¿De verdad no sabes? —cada sílaba temblaba de rabia
entre sus carnosos labios del mismo color del caimo plantado detrás del rancho.
—¿Me vas a
decir que después del corrinche, no sabes dónde las ocultaste?
—Pero, mujer, eso ya te lo
dije, ya.
—Petronio, si me lo
hubieras dicho, no te estaría preguntando.
—Mujer, dejá la calentura conmigo. Solo tienes que recordar que las medias blancas las dejé en el almario.
La que se puede liar por cualquier tontería.
ResponderBorrarUn saludo.
Más bien, por un mal entendido. Saludos.
BorrarParece banal, peor no sabemos qué conllevará
ResponderBorrarUn abrazo, amigo, y feliz cumpleaños
En efecto, cómo explicar lo que no se entiende. Saludos.
BorrarSi es una salida por la tangente, y hay mas blaquitas que las medias, me temo que no va a tener una tregua demasiado ñarga.
ResponderBorrarSaludoss gullrmo
Las dudas resultan ser una sombra que toma una nueva forma y crece otra vez cuando no se dialoga. Saludos.
BorrarBuen uso de la polisemia, de la variedad de significados que puede tener una palabra.
ResponderBorrarSaludos.