Todo lo que comienza, acaba. Por supuesto teníamos nuestras cositas: miradas, sonrisas, apretaditas de mano, palabras de amor furtivas... Pero fue su carisma a prueba de todo, su inteligencia; mejor dicho,todo, todo lo suyo me supo cautivar. Aunque la seduje con mis palabras, jamás acepté tener la culpa de gustarme, era su pecado tener todo lo que me gusta de una mujer, por eso aquellos putos besos a escondidas me llevaron al inevitable desvelo sobre su cuerpo, pero esa ostentación mía me hizo pecar de impotencia.
Que tremenda desolación, tamaña desgracia ante el encuentro, por asomar la impotencia.
ResponderBorrarUn abrazo.
Evidente. Un encuentro con sabor a derrota.
BorrarOtro abrazo literario para usted Alfred.
Me gusta ese final que puede entenderse de diferentes maneras.
ResponderBorrarTodo lo que comienza, acaba... Para bien y para mal.
Un abrazo
Sí, eres tú quien lo termina con tus interpretaciones posibles.
BorrarUn abrazo y muchas saludes.
Esa impotencia tan bien urdida. No es culpa de ella tener todo, todo lo que te gustaba en una mujer. Muy bueno, amigo.
ResponderBorrarUn abrazo desde acá.
Mi Maripau, qué bueno que te gustó.
BorrarMi abrazo de siempre, extensivo y caluroso para ti,
En algún momento siempre terminamos por darnos cuenta que somos menos de lo que creíamos ser.
ResponderBorrarSaludos!
J.
Y acabo con impotencia, que triste final. Saludos.
ResponderBorrarA veces los pedestales, nos llevan a una utopía que incita a la huida
ResponderBorrarSí, desde arriba se ven y se creen las cosas diferentes, como ser huidizos.
BorrarCosas que pasan en la realidad y la ficción, ¿no crees?
ResponderBorrarsaludos de mi parte.
Jajaja... Es genial el final. Claro, viéndolo como ficción.
ResponderBorrarSaludo.