Se llama Valentina, pero también podría ser Elena o María.
Ella, por considerar que soy un libre pensador, me confía una situación personal respecto de otra persona que por su forma de ser le resulta inmadura.
Tras asegurarse de mi absoluta confianza y discreción, pasa a hablarme con suma facilidad y desembarazo de su orfandad a temprana edad, de su intento de acabar con todo y de cómo por ser sola, otros sacaron provecho. Yo no soy la excepción, escribo esta historia mínima pero no puedo alcanzar su grado de crudeza.
Ni madura la que juzga de inmadura a la otra. Ni discreto el personaje narrador.
ResponderBorrarUn abrazo.
Es díficil meterse en situaciones ajenas.
ResponderBorrarConciso y brevemente lo explicaste.
Un abrazo.
Muy difícil, Alfred, cuando no, irrepetible.
BorrarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarUn drama que intentas guardar con sutilezas.
ResponderBorrarTe leo entre líneas y me llevo el argumento.
Te dejo una maleta llena de abrazos,
Amigo, creo que percibiste que más allá de aquellas líneas hay algo más duro y más oscuro.
BorrarAbrazos siendo palomitas de maíz.
Ni lo uno ni lo otro..., la misma mezcolanza son.
ResponderBorrarUn abrazo.
Hola Guillermo, un relato discreto pero que encierra una angustiante historia. Un gusto leerte amigo. Saludos.
ResponderBorrarSandra, muchas gracias por tu apreciación y por estar al tanto de mis ocurrencias.
BorrarUn abrazo.
Las situaciones ajenas siempre son delicadas. Al final, una historia es una historia, y tal vez todos abusamos de esas confidencias, al escribir, por supuesto sin nombre, algunas de nuestras historias de la vida.
ResponderBorrarUn abrazo desde lado del pantalla
Mary, coincido en todo contigo. Si bien me pidieron consejo como maestro que soy, lo escrito no alcanza a ser una historia, pero lo es al fin y al cabo.La reserva está garantizada, también mi impotencia para dejar algo entre líneas.
Borrar¡Ah, eso sí!, prefiero un abrazo desde la otra orilla del mar que desde el otro lado de la pantalla.
No hay caso, y por más que lo intentemos, la realidad siempre supera la mejor ficción posible.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Así es José. Ante la realidad somos impotentes, por eso ficcionamos.
ResponderBorrarSañudos.
Las promesas de confidencialidad siempre tienen alguna fisura
ResponderBorrarUn abrazo