NO COPIES, SÉ AUTÉNTICO

sábado, 18 de octubre de 2025

La ventana del 330

 


Yo no soy el tipo de persona que se mete en los asuntos ajenos, eso para empezar. Siempre he sido discreto. En donde trabajo, el Hotel Mirador, la discreción es parte del servicio. Los huéspedes vienen y van, algunos con caras nuevas, otros con las mismas historias de siempre. Pero lo que ocurrió en el cuarto 330… eso no fue normal.

Lo diré sin rodeos: la señora del 330 desapareció. Una mujer joven, elegante, de esas que parecen salidas de una película en blanco y negro. Llegó sola, con una maleta roja. La vi entrar, la saludé como siempre. No habló mucho, solo pidió que no la molestaran.

Dicen que fue vista por última vez mirando por la ventana de su habitación. Dicen que nadie la vio salir. Pero yo sé que eso no es cierto. Yo la vi salir. Caminaba deprisa, con la maleta roja en la mano, los ojos ocultos por unas gafas oscuras. Pasó por recepción y me dirigió una mirada fugaz. No dijo una palabra, pero supe que no quería que la detuviera.

Cuando la policía vino a hacer preguntas, no mencioné nada. ¿Para qué? No me gusta meterme en líos. Además, no había señales de violencia en la habitación, y su maleta ya no estaba. Lo único extraño era que la ventana estaba abierta de par en par, y en el alféizar había marcas de dedos… como si alguien hubiera estado a punto de saltar.

Pero yo sé que no saltó. Yo la vi salir. Aunque… ahora que lo pienso, puede que no llevara una maleta. ¿Era ella? Estoy casi seguro. Bueno, bastante seguro.

Además, ¿por qué habría de inventar algo así? No soy de los que se dejan llevar por chismes ni supersticiones. La mujer del 330 no desapareció. Se fue por su cuenta. Eso es lo que le dije a la policía y eso es lo que le estoy diciendo a usted. ¿Entendido?

No tiene sentido seguir hablando de esto. A veces, la gente simplemente desaparece. Eso es todo.

viernes, 10 de octubre de 2025

Confesión

 


Yo no quería más que una salida; a la derecha, a la izquierda, a donde fuera. No pretendía nada más, señor juez. Pero el pasillo siguió multiplicándose, las puertas se abrían solas y cada una llevaba al mismo lugar. Corrí hasta que me oí rendirme, y entonces comprendí que el juicio había empezado mucho antes de llegar aquí.

viernes, 3 de octubre de 2025

Reto literario del mes: En el espacio.



La cuna olvidada

El capitán Antón miró el punto azul. "No se puede vivir en una cuna para siempre," pensó, recordando a Tsiolkovski. Él y su tripulación, hechos de materia estelar, regresaban a la Tierra para un reabastecimiento de emergencia de la nave Nómada. Al acercarse, vio una esfera radiante y pulcra. No había ruinas. Intrigado, Antón activó el canal de comunicación. Una voz artificial respondió desde el planeta: «Somos los nuevos inquilinos. Ustedes son la basura que ella expulsó por sobrepoblación. Volved a vuestro espacio, capitán. Esta es nuestra nueva cuna».

En: https://dama-de-agua.blogspot.com/2025/10/retoliterario-octubre-25-en-el-espacio.html#comment-form

sábado, 27 de septiembre de 2025

Tres en uno

 1. Breve:

Al maldito lo vi una mañana. Su mano blanca y húmeda me marcó, y desde entonces la tumba me reclama.

2. Descriptivo y atmosférico:
Al maldito lo vi una mañana envuelta en bruma. Su mano blanca y húmeda rozó mi frente, dejando en mi piel la humedad fría de un sótano que nunca debí abrir.

3. Enigmático:
Al maldito lo vi una mañana. Lo que más recuerdo de ese encuentro fue su mano blanca y húmeda, idéntica a la que enterré con él la noche anterior.

4. ¿Cuál prefieres? ¿Acaso este otro?: 
Al maldito lo vi una mañana. Lo que más recuerdo de ese encuentro fue su mano blanca y húmeda; parecía arrancada de un cadáver y, sin embargo, me acarició la mejilla como si aún respirara.

viernes, 19 de septiembre de 2025

El vaso de leche: el primer cuento que me hizo ver

 



Cuando era niño, con la mirada aún tibia, la primera historia que me conmovió fue un relato que no ocultó sus cicatrices. Me habló de un marinero varado en la orilla del mundo, en un puerto de grises y salitre donde el hambre era un fantasma que acechaba en cada puerto.

Y entonces, en la fría marea de su miseria, un gesto se alzó. Una mano, un vaso de leche fueron una revelación de espuma blanca que se convirtió en la única certeza. No era un simple acto de bondad, sino un faro de piedad que rompía la oscuridad, una tregua de esperanza donde no había más que abismo.

El cuento me susurró que, en las historias mínimas, en las luchas silenciosas, reside la más sublime de las poesías. Me grabó la verdad: que la empatía puede ser el único puerto seguro y que, en un vaso de leche serena, a veces, cabe un universo entero.

viernes, 12 de septiembre de 2025

La verdadera víctima

 


Con la sonrisa cruel de quien se burla de nuestra credulidad, Renato se ciñó un cordón filiforme a la cintura. Antes de que pudiéramos reaccionar, se lanzó al vacío. Con un estruendo, se desplomó sobre la mesa. Cuando corrimos a auxiliarlo, solo encontramos gritos e insultos. Luchaba sin control contra quienes intentábamos ayudarlo, negándose a ser desamarrado.

Pero, al ver el rastro de dolor en nuestros rostros, su propia sonrisa se desvaneció. Él mismo aflojó el nudo y se desplomó en el suelo. Un hilo de baba le colgaba desde el punto de unión de los labios.

Al incorporarse, vimos su rostro pálido y unos ojos que no eran los suyos, sino los de la verdadera víctima. Con un nudo apretado, un hombre ahorcado colgaba de la viga. Era la imagen de la soledad y la culpa.

sábado, 6 de septiembre de 2025

La grieta

 


La grieta. Ahí está. Siempre la misma grieta. Parece una vena… ¿una vena? Sí, una vena vendida. ¿Reventada? Como ellos. ¿Quienes? Los que... los que se quedaron. Nosotros, los sobrevivientes. ¡Ja, ja, ja! ¿Sobrevivientes de qué? ¿De ellos? ¿A quiénes debemos la sobrevida? La palabra se me enreda en la lengua, «sobrevida». Una condena, más que un regalo. El frio de la celda. Sigo sintiéndolo, años después, en los huesos. Sus huesos. ¿Están sus huesos quedando en los míos? Me toco la rodilla. Fría. Dura. ¿Es mi rodilla o la suya? No, la mía. Pero... ¿y si sus huesos están en los míos? Se metieron, se pegaron. ¿Quién se murió por mí? La imagen de Pedro, su sonrisa torcida antes del traquetazo. ¿O fue Juan? No, Juan tenía el pelo más claro. La bala. ¿Quién recibió mi bala? La bala con mi nombre escrito, se alojó en su corazón. Trácate. El sonido. Todavía lo escucho. No, no lo escucho, lo siento. Aquí. En el pecho. Como si mi corazón fuera el de él. Los ojos. Mis ojos. ¿Están viendo los ojos que le arrancaron por la mirada de mi cara? Siento un cosquilleo, como si estuvieran ajenos, pestañeando. No son mis ojos. Son los de él. Estoy viendo a través de sus cuencas vacías. Y la mano. Esta mano. Que no es su mano. No es ya tampoco la mía. Escribiendo. Siempre escribiendo. Palabras rotas. Letras que no encajan. ¿Para qué? ¿Para quién? Donde él no está. En la sobrevida. Esto no es vida. Es solo... sobrevida. Un eco. Un eco que respira. Tengo sed. Mucha sed. Pero no de agua. Sed de… de olvido. ¿Es eso? No. Sed de ellos. De saber por qué. Por qué yo. Siempre la misma maldita pregunta.