Buga se disolvía en grises y negros, espejo líquido de las luces lejanas. Bajo la tenue llovizna, las siluetas avanzaban, una tras otra, paraguas abiertos como hongos oscuros. Cada paso era un chapoteo amortiguado, un suspiro del asfalto mojado. Adán levantó la vista, buscando un rostro familiar en el reflejo distorsionado del charco. Solo encontró el suyo, desdibujado y efímero, como una promesa olvidada entre la niebla y la lluvia. Siguió caminando, un punto más en el vasto lienzo mojado.
Bella imagen, la de tus palabras.
ResponderBorrarAbrazos de anís estrella.
Lo simple tiene su validez. Saludos.
BorrarMucho vio , si nos referimos a la foto, entre la "tenue llovizna", si llegó a verse aunque fuera una fracción de segundo.
ResponderBorrarAbrazoo
Arte de reconocerse a sí mismo no es fácil. Saludos.
ResponderBorrarLa vida misma es una promesa olvidad entre la niebla y la lluvia...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Por tal razón nos perdemos en el olvido. Saludos van.
BorrarUna descripción basada en una bella imagen, con el que nos adentras en mundo de sensaciones.
ResponderBorrarSaludo.
En la vida se necesita de un destino, aunque detenerse implique llegar a las fronteras de las sensaciones. Saludos.
BorrarGuillermo. Una vida entre la niebla y la lluvia. Ese charco parece reflejar el rostro distorsionado de Adán, pero su alma se refleja con mayor precisión. Va un abrazo.
ResponderBorrar¿Será por eso que el alma tiene profundidades insondables?. Saludos van.
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