1.
La mujer bonita se cansó de ser Mamita, Bonita o Bombón.
Gritó su nombre: ¡María!
Y el eco, avergonzado, se tapó los oídos.
2.
Nadie recordaba su nombre; todos la llamaban como si fuera postre.
Un día gritó: ¡Soy María!
Y el santo del pueblo pidió cambio de identidad.
3.
Era tan bonita que su nombre se volvió innecesario.
Cuando dijo María, el aire respondió: “No insista, ya la conocemos de
vista.”

La comprendo perfectamente : )
ResponderBorrarEl aire ya ha recibido su reprimenda, ahora repite su nombre como en la peli west side story ; ) Un abrazo !
Aquí, María ha estado muy acertada.
ResponderBorrarUn saludo.
Me gustan las tres posibilidades, pero si tengo que elegir una elijo la tres.
ResponderBorrarLa primera frase es bellísima y potente, deja claro que la apariencia pesa más que la identidad. En la segunda María quiere reivindicar quién es, pero el aire (representación de la sociedad y forma extremadamente hermosa) reconoce que solo la conocen por fuera.
Excelente.
No le damos importancia al nombre hasta que es muy tarde.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Cuando tu nombre pasa a segundo plano y empiezan a llamarte por el rasgo que más resalta en ti... El nombre, como el alma, lo tenemos siempre. Los rasgos, como las vestimentas, cambian. Va un abrazo.
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