El perro, fiel lazarillo, su cola mueve contento al cojo que con su brillo empuja un viejo portento.
Con silbo lo llama, no hay nombre, ni él ni su dueño, solo botellas, cartón y gran empeño.
Al cojín se sube ya, ni la modorra detiene al negro can, sabe de algo en el ambiente:
Un aroma, qué primor, de pan caliente viene por el aire tentador.
El cojo lo busca, no lo halla, nombre no tiene; mas el can negro no falla, con el hombre vuelve.
Trae un pan que una chica siempre le da, can y cojo se miran con gran agrado, el mundo se les abrió.
Son dos sin casi nada... la lealtad es su amada, la cojera un gran engaño.
Muchos son los que viven sin casi nada. Gracias por visitar mi blog y comentar. Un saludo
ResponderBorrarDoña Chelo es a usted a quién debo agradecer por posar con sus palabras aquí. Saludos cordiales desde Colombia.
BorrarYa me parecía que la cojera era falsa. Si no, el perro hubiera tirado del carro y no se hubiera subido a él , para descansar cruzado de patas.
ResponderBorrarAbrazooo
La cojera es del hombre...
BorrarSi es verdad que el perro es el mejor amigo del hombre.
ResponderBorrarUn abrazo.
En efecto, es una grata compañía. Saludos.
BorrarNada ni nadie más fiel que un perro.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Saludos maestro José. Tiempo de mucho silencio.
ResponderBorrarMesmo na adversidade, o cão é sempre um bom amigo e companheiro.
ResponderBorrarAbraço amigo.
Juvenal Nunes
Muito obrigado pelo seu gentil comentário. Saudações da distância azul.
ResponderBorrarGuillermo. Siento que no hay nadie (o pocos) que entiendan mejor cómo vive alguien en la calle, que los propios perros que viven en la calle. La conexión y cooperación entre ambos me parece genuina y pura. Va un abrazo.
ResponderBorrarSólo una cosa te digo: Los animales, aunque no lo agradezcan, no se vengan de los favores que reciben. Un abrazo amigo.
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