El café humeaba, amargo como siempre. La misma discusión matutina flotaba desde la cocina. Otra vez, pensó, la punzada familiar en el pecho. La calle aguardaba, el mismo atasco, la misma emisora radial vomitando las mismas noticias. En la oficina, el mismo correo electrónico exasperante encabezaba la bandeja de entrada. ¿Esto? ¿Otra vez? La pregunta, fría y afilada, se incrustó bajo su piel. Una vida calcada, sin respiro, cada error, cada alegría desvaneciéndose en la repetición infinita. ¿Quería realmente este bucle eterno? La respuesta, un escalofrío helado, se dibujó en el vaho del café. No.
La próxima pregunta podría ser ¿habrá una salidad?
ResponderBorrarY la respuesta también podría ser no.
Saludos.
Y esa mañana le puso azúcar al café...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Tal vez el día de la marmota un día lleve un cambio.
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Guillermo. El "sí" y el "no", según el contexto y por si solas, pueden ser las respuestas con más poder y quiebres. Son demoledoras... Pero puestas en el momento preciso... Son palabras que cambian vidas, literaria y vivencialmente hablando. Va otro abrazo.
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