domingo, 15 de octubre de 2023

Un día soleado

 




¿Te llegó a suceder que por más que estuvieras advertido de no hacer algo terminaste haciéndolo? Me llamo José Vaquero, y no es por eso que me gustan los perros. Tengo uno que adopté desde que llegó a implorar agua y algo de comer en la puerta de la de casa de mis padres. Jamás habíamos tenido mascota alguna; bueno sí, tuvimos un canario, pero mi papá, días después, en un acto heroico le dio la libertad. Ese día, él estaba en su escritorio leyendo cuando sintió que algo cayó a sus pies. Era un canario despistado que entró por la ventana. Era uno de aquellos canarios que siempre vienen en pareja a comerse alguna de las gramíneas de las que se abren paso entre las ranuras del andén de nuestra casa. Pero, no es eso lo que quiero contar. Resulta que un lunes festivo, decidí sacar a mi perro Maximiliano. Max, como lo llamamos en familia, él es un perro criollo, aunque hay quienes, con su arribismo estirado, a los sin raza conocida los llaman «chandas». Nuestro perro es dócil, dormilón y rezongón cuando no le comparten algún alimento; eso sí, no gusta de los ancianos, a quienes les ladra cuando al pasar, arrastran los pies. Por esa inexcusable actitud, un viejito que anda siempre con un saco colgado de un hombro, lo amenazó con encenderlo a pedradas todas las veces que le llegara a ladrar. La risa de mi abuelita no se hizo esperar cuando escuchó la advertencia del «viejo chancletudo», como lo llamó ella que es buena para poner apodos.

Bueno, para no darle más vueltas al asunto, a Max acostumbro a llevarlo al parque de nuestro barrio. A ambos nos gusta hacerlo después de las cuatro de la tarde porque casi siempre ventea. A mí, en particular, me gusta el ulular del viento travieso entre mis ondulados cabellos. Es cuando invoco al Niño poeta y digo lo que aprendí en la Primaria:

El día es lindo / no ha hecho más que crecer / como si fuera un árbol, / y tiene a esta hora / una rama que canta en forma de pájaro / y una fruta que vuela en forma de avión / y un perfume que trepa en forma de sol.

Todo estaba tranquilo, algunos niños con su algarabía jugaban, otros, apenas reconocieron a Max se acercaron a invitarlo a jugar con ellos. Mi viejo solo labraba y les correspondía a ellos corriendo y saltando. De pronto, y sin saber cómo ni por qué, mi perro se transformó al ver a un gato. Nadie pudo evitar que Max saliera en su persecución, mis llamados a gritos fueron insuficientes. Nunca vi a mi perro tan furioso y tan resuelto a atacar a un felino que, a duras penas, tenía doce bigotes en cada lado de su hocico. Algo me decía que algo andaba mal cuando vi a Max olisqueando debajo de una veranera, por más que lo vi concentrado buscando información con su desarrollado olfato, jamás me imaginé que todo fuera por causa de un gato. Lo cierto es que apenas le llegó la información sensorial a su cerebro, Max salió en estampida.

—¡Te encontré gato asqueroso! —le gritaba entre ladridos—. Pero Pelusa al reconocer a quien lo perseguía exclamó:

—¡No puede ser, hoy no es día de suerte, ni que hubiera pasado por debajo de una escalera! Mejor me devuelvo para evitarse molestias.

Y diciendo y haciendo, comencé a emitir sonidos inarticulados como si los pájaros del lugar gorjearan dentro de mí en mi afán de detener al desobediente Max, quien sin darse por enterado de lo que había hecho, solo atinó a mirarme con desconcierto animal. En cuanto se detuvo, sus desmesurados ojos negros lo decían todo de mí: Jamás me había visto salido de la ropa gritando como un demente:

—¡Perro tonto, mira cómo me amarraste a este árbol!

Por la forma como había quedado amarrado al amancayo donde se refugió el gato, fui objeto de la burla de los mocosos que animaron a Max para que saliera a perseguirlo. Sólo los traviesos aceptan las sorpresas por el placer de las sorpresas.

 

Julieth Andrea Ramírez Vásquez

Grado 7-1

Colegio Académico de Buga

2 comentarios:

  1. No sé qué edad tiene una niña de 7-1, pero al leer este relato noto que la literatura tiene el futuro asegurado por lo menos en una generación más.

    Saludos,
    J.

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  2. Maestro, una cosa sí le digo: En el colegio hay un semillero de escritores y de escritoras interesante. Veremos qué sucede en unos años más, donde se suelen cruzar las púas de las circunstancias familiares e individuales. Mientras tanto, hago el acompañamiento, pero la decisiones son de todos. Gracias por comentar este buen augurio. Saludos.

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