Estaba
a punto de subirme a un bus cuando escuché la voz detrás de mí que me decía:
“Mejor espera al siguiente que está por llegar”. Busqué con la mirada a quien
me habló, y solo vi a un anciano enfermizo que me extendía la mano con la
intención de que le diera alguna moneda. Estaba segura que él no fue quien me
habló.
Estaba
con mucho azar porque aquella espera significaba llegar tarde. La impaciencia
me comenzó a intranquilizar; para colmo, el anciano no me quitaba de encima
aquella ,mirada suplicante que todo méndigo sabe poner para hacer que se
apiaden de él y así lograr su propósito.
El
viejo, tal vez leyendo en mi cara mi contrariedad, se me acercó diciéndome:
“Señorita no pierda la calma”. Con mi rabia contenida sólo pude responder con
una pregunta: “¿Acaso no se da cuenta lo que significa llegar tarde a alguna
parte? El anciano un poco más confiado, se me acercó aún más diciéndome: Son
las 5:02 de la mañana, ¿acaso no conoce la leyenda?
Con
más rabia y con tono de reproche le pregunté que de qué me hablaba. El viejo se
quedó un momento en silencio, luego miró a los lados como queriendo asegurarse
de algo antes de responderme:
En aquel
bus que pasó antes de que usted le hiciera la señal de pare, no iba nadie, es
más, no era conducido por nadie. Por esa, y otras razones, la previeron de no
abordar ese bus. Me hizo quedar muda lo que aquel desconocido me decía. Jamás
imaginé que en estos tiempos todavía pasaran cosas absurdas, mejor dicho, fuera
de todo entendimiento.
Tuve miedo, el terror se adueñó de mí cuando advertí que aquel anciano tenía los ojos abiertos; Ese intento de mirar suyo no correspondía a una mirada normal. Sus ojos me daban la impresión de desvío, era una mirada sin rumbo, de desvío sin duda alguna. Mi curiosidad fue mayor, así que le pedí me contara más de esa absurda historia, propia de un viejo fantasioso.
Ya
casi la oscuridad le da paso a la luz…, comenzó diciendo, luego se llevó una
mano al bolsillo de la camisa color mugre y sacó algo y se lo llevó a la boca,
juzgué que era un cigarrillo, pues acto seguido lo encendió. Al hacerlo, en la
semi penumbra tan solo se dejó ver un punto rojo, casi azuloso.
“Es el
“bus maldito”, agregó, nunca lo abordes cuando lo veas venir, y menos a la hora
en que suele pasar. Grábate este número 502, es su placa. Si lo abordas, me
veré obligado a llevarte al más allá, hacia un lugar sin retorno. Hoy, estoy en
mi día de descanso porque en el más allá también uno de cansa de la monotonía
de lo eterno. Así que es tu día de suerte. Tan solo espera, ya pasará otro bus.”
Esto
lo cuento ahora, lo que no puedo recordar es que pasó con ese viejo fantasioso,
pues cuando abordé el siguiente bus, él se quedó allí parado, mirando, o tal
vez, sintiendo su desvío mental. Era, sin duda, un loco, de esos que llegan a
esta ciudad por voluntad propia o, en el peor de los casos, es uno de los
tantos indigentes que, por camionados, descargan en las afueras para librarse
de sus pestilencias.
Cada
vez que cuento lo sucedido como una advertencia, los incrédulos se ríen de mí.
No creen que lo que les cuento sea cierto. Que el bus 502 pasa puntual por mí
y, el viejo, me invita a subir en su siniestro bus a cambio de una sucia moneda.
por María José Cárdenas Cañas
Colegio Académico de Buga, grado 7-3
una o dos.
ResponderBorrarRecuerda que el día quMsria José no se presente a clase debes denuuciarla a la policis indicándoles a qué bus y a qué hora, debes subirse psra encontrarla. Y no se te vaya a ocurrir hacerte el valiente.
abrZooo,, Guillermo
Valiente ante lo desconocido... Uff
BorrarAsí que el viejo era Caronte.
ResponderBorrarY le advirtió a María José porque no quería tomarse el trabajo de llevarla, quería tener un día libre. Egoísta pero entendible. ¿Quién no querría un día libre, teniendo un trabajo mónotono?
Bien contado. Saludos.
Es algo así como las verdades del barquero. Saludos.
BorrarBien por María José y si inventiva, una historia truculenta, bien urdida.
ResponderBorrarUn abrazo.
Muchas gracias Don Alfred. Es una alegría más para la autora. Un abrazo.
BorrarHay que tener mucho cuidado con el 502, qué miedo hace sentir la narrativa de María José, que merece muchas felicitaciones.
ResponderBorrarUn abrazo doble.
Dicen por ahí que la vida nos coge desprevenidos y nos obliga a caminar hacia lo desconocido. Un abrazo grande para ti.
ResponderBorrarBrillante. Esta autora combina intriga, leyenda y prudencia. Ese mendigo loco tal vez era su ángel de la guarda.
ResponderBorrarMuy bueno. Un abrazo
De acuerdo a lo que dices digamos que esas tres obras aristas literarias, tienen entre sí unidad argumental, de intención o de personajes. Muchas gracias por tu apunte. Saludo grande desde esta calurosa orilla del Pacífico colombiano.
ResponderBorrarQué bueno que te haya afectado en forma positiva. Gracias por comentar. Saludos.
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