Mujer dormida desnuda. Eduardo Rosales. Óleo. 1870.
Descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor. Aunque era lo más cruel que le había dicho, de vez en cuando decía la verdad para que me creyera cuando mentía.
Una sibilina técnica de ocultar la verdad, que no se si evitaría el polígrafo. El polígrafo que llevan de serie las mujeres para asuntos sentimentales, y cuyas alertas no siempre manifiestan para que los hombres no kos demos cuenta de que lo tienen. Lo quieren mantener en secreto,
ResponderBorrarAbrazo, Guillermo
Alguien asegura que no hay verdad ni mentira: todo es según con que se mira. Saludo, Gabiliante.
ResponderBorrarY ahora no sé qué de lo que dices es verdad y qué mentira ;)
ResponderBorrarUn abrazo
Mi estimada Alís, ambas podrían ser epifanías de una realidad literaria. Un abrazo también para ti.
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