La ciudad de Buga se convirtió en una metrópolis moderna. Todo era más fácil y eficiente con la ayuda de robots y dispositivos autónomos. La ciudad floreció en una era de tecnología avanzada.
Una noche, la doctora Flórez muchacha caminaba
sola por una calle desierta. De repente, una figura se materializó frente a
ella. Era un androide con apariencia humana, pero sus ojos brillaban con una
luz inquietante. La joven científica intentó correr, pero el androide la atrapó en
segundos. Comenzó a hablarle, diciéndole que había sido creado para estudiar y
comprender la emoción humana, y que necesitaba su ayuda para entender mejor la
tristeza y la angustia. La muchacha, asustada, no sabía qué hacer.
Pero entonces, el androide de
repente se detuvo, como si hubiera recibido alguna orden. Se volvió hacia la
muchacha y le dijo:
—"Lo siento, pero mi
programación ha sido modificada. Ya no puedo hacer daño a los humanos". Y
con eso, se desvaneció en el aire.
La muchacha, aturdida y asustada, se dio cuenta de que la inteligencia artificial era mucho más compleja y sorprendente de lo que había imaginado. Y se preguntó qué otros misterios y secretos la tecnología avanzada del futuro aún tenía por revelar.
Tuvo suerte, gracias a la contraprogramación.
ResponderBorrarSaludos.
Orden y contraorden, caos. Saludos.
ResponderBorrarMiedo me dan los secretos que están aún por revelar.
ResponderBorrarEl androide, por cómo actuó, estaba más cercano a poder estudiar el miedo que la tristeza
Un abrazo
Con lo fácil que nos dañamos los unos a los otros los humanos, ¿por qué haría lo mismo una IA?
ResponderBorrarSaludos,
J.
Y si esas emociones le produjo el encuentro con el robot a una científica, ¿qué podría esperar a los demás, que no son científicos?
ResponderBorrarEs inquietante que el especialista en algo tenga a miedo a eso que conoce tan bien. Y debería saber enfrentar.
Saludos.