domingo, 8 de enero de 2023

Ser, sin dejar de ser


La vi venir, casi no la reconozco. Nada había de cuando nos cruzamos con nuestras miradas por primera vez. Tiene una mirada triste, diferente, tal vez, por causa de un trasfondo de nostalgia. En su mirar hay un velo gris que deja intuir una pesada carga. Es una mirada envilecida con la que niega toda estimación propia. Iba con su pareja, con quien la hizo cambiar por causa de una torpe abyección religiosa, esa que induce a las mujeres a no mirar de frente a un hombre, porque bajar la mirada es signo de obediencia, de respeto, de sometimiento y de fidelidad. Hasta su modo de vestir lo dice todo.

Pasó junto a mí, y estuve a punto de preguntarle, parafraseando al gran Amado Nervo:
Dime amiga: ¿Tu vida es triste o soy triste yo?
Preferí mirar de frente para no olvidarme del cielo.


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