Emma
pasa largas horas en el improvisado taller al fondo de la casa recién
arrendada. Nadie la debe molestar en la instalación de sus luces navideñas. Su
esposo e hijos tan solo se miran en un intento por comprender el abandono de ciertas
obligaciones suyas. La incansable mujer pasa noches enteras sin pestañear con
tal de asegurarse del funcionamiento de las inacabables luminarias decembrinas.
También de encontrarle sentido a lo que escuchó en el Museo Departamental de
Ciencias: La electricidad no se puede definir, pero debe entenderse como una
especie de corriente interna en todo ser humano voluntarioso.
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