En una publicación oficial anunciaron su demolición.
Un policía de risa socarrona y un tembloroso juez se encargaron del puntillazo final.
Pronto, una multitud se aglomeró pidiendo a grandes voces que se dejara sin efecto la orden judicial.
Voces, empujones, gritos, golpes que iban y venían, conjuraron el discurso apaciguador de los ediles y del burgomaestre.
¡Ni por el putas cederemos!
Dicho así, y tras leve silencio, los manifestantes se fundieron en un solo cuerpo dentro de un auténtico espejismo.
Una alucionación magnífica. Y tal vez no se derribó el edificio.
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Es como si el delirio fuera una mentira que muestra una verdad.
BorrarUn abrazo mi estimada Maripau.
Encerrado en un espejismo, el edificio pervivió en su memoria.
ResponderBorrarUn abrazo.
Lo simple pervive.
ResponderBorrarUn abrazo.
Cierto, así debería ser. Abrazo amigo.
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