En otros tiempos, era de espíritu andariego y aventurero. Tan solo se apeaba del caballo para buscar un lugar discreto donde pudiera aliviar la vejiga o estirar las piernas con tal de continuar el camino silbando en solitario. En ese entonces, los caminos eran tan solo modos de viaje, nunca su destino, mientras que sus recuerdos eran lo andado por él.
Hoy por hoy,
al viejo Antonio le gusta fumar sentado en la penumbra del patio de su rancho
y, en medio del silencio, seguirle el rastro a la noche al caer. Pero entre las
sombras se confunde, es cuando comienza a odiar a las personas con quienes no
tuvo compasión. Sus víctimas son el recordatorio perpetuo de los remordimientos
que nunca pudo matar.
Al final la conciencia se revela.
ResponderBorrarUn saludo.
Bien conocido es aquello de que la conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez.
ResponderBorrarUn saludo te dejo.
Si se tienen remordimientos, mejor abstenerse de algunos actos.
ResponderBorrarBien contado.
Me parece que si se tiene el síndrome de abstinencia, eso es tan intolerable como hacer.
BorrarSaludos.
Si su unica ocupación es esperar la noche, para recibir la visita de los remordimientos, podría escoger otra víctima, y escogerla bien, una que no tenga más noches.
ResponderBorrarSaludosss Guillermo
Lo que podría decirse es que el viejo se apoya en sus recuerdos y acepta sin reproche sus propias quejas.
BorrarSaludos Gabi.
Los caminos se tornan recuerdos muy rápidamente...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Maestro qué bueno que esté de vuelta por estas latitudes. Gracias por su comentario.
BorrarSaludos.
Ains de esos recuerdos que no te dejan dormir.
ResponderBorrarUn abrazo.
Un abrazo como el tuyo tal vez no me deje conciliar el sueño.
ResponderBorrarSaludos.