Siempre tan puntual, en punto de las siete, a través de la ventana lo veo
llegar. Se orilla justo en el andén y se apoya con su pie izquierdo. Observa,
se baja de su bicicleta y se acerca a la reja metálica que delimita el
antejardín. Escruta con detenimiento, da la impresión de estar buscar algo.
Permanece así, hasta no mirar toda la fachada de mi casa, no se suelta
de la reja. Mira con cierta incredulidad. Lleva su mano derecha hasta su ancha
frente y protege sus ojos de la luz del sol que apenas se despereza. Se
cerciora de haber llegado a donde debe llegar. Perdón, me dijo una vez. No es
la casa que busco. Disculpe.
Aquel hombre, mejor dicho, aquel anciano de contextura recia, como una forma de expiación o como una forma de recobrar el aliento seguirá viniendo a mi casa, antes de ahogarse en una deuda a pagar gota a gota.
Interesante historia. Saludos
ResponderBorrar¡Extraña historia!
ResponderBorrarUn saludo.
¿Acaso era su casa y la perdió cen el juego? (tratando de hilar con el texto de la foto).
ResponderBorrarSaludos.
Algo busca, o algo espera. Qué misterio, amigo
ResponderBorrarBien tramado. Un abrazo grande
¿es Bill Murray? Me suena a segunda parte con camara oculta
ResponderBorrarsaludos
Lo más difícil de deudas es pagarlas, siempre lo he dicho.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Esta buenísima
ResponderBorrarla trama y misterio.
Besitos dulces
Siby
Great blog
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