Qué importa quién soy, ni de dónde vengo ni adónde voy... canta el morocho de caminar empinado.
Va por la calle, al hombro su grabadora. No se detiene, ni pide permisito, todos le ven pasar.
De vestir multicolor, llama la atención. Para bailar el son no se necesita talento, sólo movimiento.
Una cáscara al suelo cayó. El pretencioso no la ve. Grabadora, pañoleta, gafas por el aire van con todo su bembé.
En el pavimento quedó el dolor y el negrito, coco seco, por más que se agarró, dejó demostrado su ritmo bien marcado.
Ole por el ritmo, pase lo que pase, muy bueno.
ResponderBorrarUn abrazo
Gracias por la armonía se tus palabras.
ResponderBorrarSaludos te dejo.
Hasta caerse es distinto si se hace con gracia, aunque imagino el chasco que se habrá llevado.
ResponderBorrarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarHola, estimada Alís. La gracia es común a todos.
ResponderBorrarSaludos.
Las caídas irremediablemente nos divierten, por lo sorpresivo. Y bueno, ya después nos hacemos el reconocimiento de los daños.
ResponderBorrarUn abrazo.
adoro leerte
ResponderBorrardonde te has metido
poeta de zaguanes y del mar vuelve