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viernes, 19 de septiembre de 2025

El vaso de leche: el primer cuento que me hizo ver

 



Cuando era niño, con la mirada aún tibia, la primera historia que me conmovió fue un relato que no ocultó sus cicatrices. Me habló de un marinero varado en la orilla del mundo, en un puerto de grises y salitre donde el hambre era un fantasma que acechaba en cada puerto.

Y entonces, en la fría marea de su miseria, un gesto se alzó. Una mano, un vaso de leche fueron una revelación de espuma blanca que se convirtió en la única certeza. No era un simple acto de bondad, sino un faro de piedad que rompía la oscuridad, una tregua de esperanza donde no había más que abismo.

El cuento me susurró que, en las historias mínimas, en las luchas silenciosas, reside la más sublime de las poesías. Me grabó la verdad: que la empatía puede ser el único puerto seguro y que, en un vaso de leche serena, a veces, cabe un universo entero.

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