Los dedos de Teseo sostenían el
ovillo de hilo dorado mientras avanzaba en el laberinto. El brillo del hilo se
reflejaba en sus ojos resueltos, mi corazón latía como un tambor frenético.
Desde las sombras, observaba con una mezcla de esperanza y temor.
La primera vez que vi al
Minotauro me aterrorizó; esa criatura grotesca, mitad hombre, mitad toro, con
ojos hambrientos y llenos de odio. Sentía un miedo profundo, pero también una
compasión inexplicable. Mi mente se debatía: ¿el verdadero monstruo era mi
hermano o mi padre, el artífice de su sufrimiento?
Cada paso de Teseo dentro del
laberinto me mantenía al borde del abismo emocional. El hilo desenrollándose no
solo era su guía, sino también la cuerda que mantenía atada mi frágil
esperanza. "¿Nos veremos de nuevo? ¿Me llevará lejos de Creta?"
La posibilidad de un futuro juntos iluminaba mi corazón, pero la sombra de la
realidad me aterrorizaba.
La figura dominante de mi padre,
su control implacable, me hacía temblar. ¿Qué esperanza había realmente?
Incluso si Teseo vencía al Minotauro, escapar de las garras de mi padre parecía
una quimera. Desde mi escondite, escuchaba los latidos de mi corazón mezclarse
con el eco del laberinto. La duda se filtraba como veneno: ¿había condenado a
Teseo a una suerte peor que la de mi hermano?
A medida que el hilo se
acortaba, sentía cómo la desesperación ahogaba mis últimos vestigios de
esperanza. Teseo se alejaba más hacia el corazón del laberinto, y con cada paso
suyo, mis emociones se intensificaban en una danza angustiante.
De repente, el eco de sus pasos
cesó. Un silencio inquietante llenó el aire. Sentí un temblor en el suelo y vi
cómo el hilo dorado se tensaba y luego se desvanecía ante mis ojos. El
laberinto comenzó a cambiar, los muros se transformaron en espejos, reflejando
no solo mi imagen, sino la de Teseo atrapado en ellos. Su rostro, lleno de
determinación, se fue desvaneciendo lentamente, convirtiéndose en el del
Minotauro. Comprendí horrorizada que el verdadero destino de Teseo había sido
sellado: el laberinto no era solo un lugar físico, sino una trampa eterna para
el alma del héroe. El hilo, ahora sin vida, yacía a mis pies. Mi corazón se
rompió al entender que jamás volvería a ver a Teseo. El laberinto había
reclamado otra víctima, perpetuando el ciclo de temor y sacrificio.
En tu versión, el laberinto fue más peligroso para Teseo, que el Minotauro.
ResponderBorrarInteresante variación. Saludos.
Siempre es interesante leer sobre estos personajes míticos. No por nada Borges y Cortázar los amaban. Saludos y feliz comienzo de año.
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