viernes, 13 de septiembre de 2024

Hengist, el sajón

 


Hengist acude al desierto y lo recibe un silencio parecido a una venia en el aire. El firmamento es el punto focal de aquel agreste paisaje, es una sombra elevada en el horizonte cuajado de estrellas. El bárbaro busca fundar un imperio digno de su grandeza. Va armado de espada, broqueles y conjuros porque no le basta ser brutal para acudir a esos confines filosos de arena. Hengist sabe que así deba arrastrarse, aquel imperio como liana florecerá. Quiere de ese enclave lo extraño, lo flamante. Camina sobre la arena, a su paso deja huellas; prefiere que se queden allí, antes que el rumor del mar venga y borre la arquitectura de sus sueños.

4 comentarios:

  1. En la arena poco duran las huellas sin necesidad de cataclismo geológico que inunde el desierto. Le auguro un imperio corto si de ha de medir por dus huellas.
    Sbrazoo

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  2. El mar, sin miramientos, condena al olvido todas esas ensoñaciones.
    Un saludo.

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  3. ¿Quién no soñó alguna vez con su propio imperio soñó alguna vez?

    Saludos,
    J.

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  4. Que al final de lo único que es dueño Hengist, es de eso: sus sueños. Va un abrazo, Guillermo.

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