Mientras dura el juego del ajedrez, cada pieza tiene su particular misión; concluido el juego, todas las unidades se mezclan, unen y barajan. Tanto afán para alcanzar la última línea y perecer enarbolando los emblemáticos listones tras defender las torres que les agreden con sus altas almenas.
En la caja, encerradas a oscuras, no hay blancas y negras, ni peones y reyes, hay figuras de madera, guardadas.
ResponderBorrarUn saludo.
Yo, en vez de blancas y negras, pondría unas arlequines en blanco y negro, y las otras en negro y blanco, y emitiría la partida por una televisión en blanco y negro. Igual miraría la partida, más que nada por los manotazos que se darían: Eh! que esa pieza es mía!
ResponderBorrarAbrazooo
Así como de noche todos los gatos son negros, dentro de la caja a todas las piezas les pasa lo mismo. La de enredos y planes fallidos que deben hervir ahí. Va un abrazo, Guillermo.
ResponderBorrarY regresar en un próximo juego.
ResponderBorrarPara continuar esa analogía, las dos reinas pueden morir y renacer, lo que puede ser considerado peor o mejor que lo que les toca a las demás piezas.
Saludos.