«¡Ponele bolas
a la vida, ponele cuidado a la hijueputa vida porque no la rifan dos veces!», me
gritó mi hermano cuando me vio llegar como si nada sucediera. Había regresado a
la ciudad tras haberme aprovechado de la confianza de algunos allegados míos. «Irresponsable,
vos sabes —me dijo pateando un asiento— que esa gente es de la crema y nata de
la región y, por esa gracia tienen suficiente poder para remover cielo y tierra
con tal de dar con tu paradero. Seguí tu camino porque te están buscando y no
será para saludarte. Yo apenas le contestaba: «No tengo porque huir de nadie;
todo no son sino habladurías del detestable ese que tiene por marido nuestra
madre. Todos saben de la animadversión que siempre me ha tenido, tanta que cuando
estudiaba me quitó todo respaldo para que le trabajara a cambio de comida y de
posada, siendo en ese entonces, un menor de edad. Ahora, si huyo, no será por lo
que me persigue; más bien voy detrás de lo que huye de mí. Todo mi delito fue
haber trabajado como jardinero en esa casa y haber intentado mancillar a la
única flor de esa familia solariega. «¿Te estás dando cuenta que me estás dando
la razón?, será mejor que no te confíes. Claro que, al fin al cabo, el malvado
siempre huye, aunque nadie lo persiga» —agregó, entregándome un rollito de
billetes—. «Así que cuando pregunten por la razón de tu viaje les contestaré
que sé bien de qué huyes, pero que ignoro lo que buscas».
viernes, 10 de mayo de 2024
Condescendencia
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"Huyo de mí, buscándome."
ResponderBorrarSaludos,
J.
No está detallado que hizo el personaje narrador, pero se lo deja bastante claro. O más bien que intentó. Tener que huir por haberlo intentado debe de ser frustrante.
ResponderBorrarSaludos.